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Determinación y sacrificio

Tenía marcado un destino totalmente adverso. Nació y creció en un barrio en la periferia de La Habana, Cuba. Asistió a una escuela rural sin tecnología, con mobiliario viejo, pizarra y tiza. Sus padres tenían dificultades familiares y vivían una situación económica apretada.  

Salir de Cuba implicaba pagar dólares a la mafia que arregla la salida en balsas para Miami, renunciar al estudio y arriesgar la vida. Desde pequeño tuvo la visión de salir de su patria para buscar una mejor forma de vida en un régimen donde viajar es únicamente para los privilegiados. Fue entonces que determinó su vida. 

Supo que su vocación de servir a través de la medicina le permitiría de alguna manera dejar la isla, por lo que sin tener la mejor cualidad intelectual logró ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana y graduarse como segundo lugar de su generación y así tener la posibilidad de ir de misiones a otro menos afortunado país: Venezuela.  

Allá vivió la crisis del chavismo: hambre, encierro, pobreza, falta de libertad. Al término de dos años, cuando su retorno a la isla era inminente, tomó la decisión de desertar al régimen castrista y chavista en un país donde el socialismo era cómplice, por lo que sin dinero, sin recursos y sin contactos emprendió la caminata hasta cruzar la frontera para llegar a Colombia con la firme convicción de continuar su viaje como tantos migrantes hasta el “yuma”, como le llaman ellos a los Estados Unidos.  

Su formación de médico le hizo ganarse la amistad con otros desplazados que le aconsejaron inscribirse en un programa que abriga a los migrantes cubanos para enviarlos a Estados Unidos, por lo que seis meses estuvo en un paupérrimo refugio. Un día llegó por fin al “yuma” y obtuvo su residencia. Tuvo que cambiar el estetoscopio, bisturí y sondas por el trapeador, la escoba y el trapo.  

Sin embargo, el Internet le permitió seguirse actualizando en medicina, y aunque no pudo homologar su título, ahorró lo suficiente para, sin dejar de ver por su madre en Cuba, pagarse sus estudios de enfermería en Puerto Rico y graduarse con honores.  

Su determinación lo llevó a Houston, la meca de la medicina mundial, en donde ahora se especializa y pronto se independizará.  

Determinación es fortalecer la voluntad, generar disciplina, constancia, cultivar un sueño, no claudicar, resiliencia. Estos valores se forman en la infancia y en la adolescencia cuando no se permite tener en casa hijos débiles, endebles, desmadejados.  

Hay hijos que se dan solos, sin ejemplos, como es el caso de Ángel, pero hay otros que desafortunadamente requerirán de un mayor esfuerzo para enseñar uno de los grandes valores de la vida: sacrificio y determinación.  

Hoy el negro baila salsa, bachata, kizomba, canta reggaetón y ríe a carcajadas en el quirófano porque nunca perdió su alegría y su ánimo a pesar de las más extremas condiciones de vida por las que pasó. 

jl/I