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A sacar los feminicidios de las notas policiacas

De manera tradicional, en los medios informativos se dan a conocer los asesinatos en la sección que se denomina Nota Roja, donde desde en el nombre suele privilegiarse el morbo, o bien en la sección Seguridad Pública, cuando el crimen es observado desde una perspectiva relacionada con la inseguridad. Sin embargo, a los homicidios cuyas víctimas son mujeres, especialmente cuando son tipificados como feminicidios, habría que ubicarlos en otro espacio. Y eso, únicamente como un primer y pequeño paso, pero desde ahí revisar y trazar nuevas rutas editoriales. 

En un contexto en que se incrementan en México los crímenes de odio, en que se cometen con dolorosa crueldad, en que la impunidad es el sello y que la justicia no llega, como sucede en Jalisco con el feminicidio de Imelda Virgen, es necesario darles a los feminicidios la importancia, dimensión y enfoque de género que se requiere para contribuir a su eliminación. Y, entiendo lo último, como ponerse en lugar de las mujeres. 

¿Por qué para comenzar habría que reubicar los feminicidios en otros espacios o tiempos? Porque las agresiones homicidas hacia las mujeres son cada vez más graves y claramente distintas a otros tipos de violencia. Son la expresión de un sistema que dominan varones con implicaciones ideológicas, políticas, jurídicas, criminológicas y psicológicas, entre otras. Son asesinatos inadmisibles, que es importante visibilizarlos desde ese elemento central que los caracteriza, como es el odio a las mujeres. Esto, enmarcado en un sistema que lo avala y protege. 

Publicar o difundir los crímenes de mujeres en una sección o espacio policiaco, los minimiza, al ser una noticia más junto a otras del mundo criminal; los normaliza al ubicarlos como sólo una de las mil caras de la violencia cotidiana; las sume en una relación causal de victimario y víctima sin mostrar lo complejo del fenómeno feminicida; da pie a que se titule esa información con criterios editoriales que no debieran circunscribirse a lo policiaco; pone a los asesinos de mujeres al mismo nivel de quienes cometen otro tipo de homicidios, como los imprudenciales; centra la observación del periodista en cómo fue el crimen, dejando de lado el por qué más de fondo; si la asesinada no es un personaje “famoso”, como podría ser una política o actriz, la pieza periodística destaca la información de quién es; y las mujeres que no están en la categoría de personaje-noticia, quedan convertidas en víctimas de segunda, de las que se da cuenta sobre todo el qué sucedió para, luego, casi siempre olvidarse. 

La percepción que tiene un varón promedio a la que posee una mujer sobre un feminicidio no es hasta ahora la misma, por diversas razones. Eso no impide ni impedirá que las mujeres sigan expresando a través de miles de maneras cómo son agredidas desde con supuestos piropos hasta manoseos, de cómo las golpean sus parejas o cómo patrones y dirigentes les exigen sexo a cambio de un empleo, etcétera, lo cual mantiene un clima en que se acepta ese machismo como algo normal. Esto conduce a situaciones terribles como son los feminicidios. 

De ahí que es necesario revalorar desde cómo se enfoca el asesinato de mujeres hasta el espacio o tiempo que se da a tales crímenes. Las coberturas periodísticas demandan que en el gremio se reflexione en torno a qué se hace, cómo se hace, qué repercusiones tiene y hasta dónde contribuye o no a que los crímenes de odio se intensifiquen. Se trata de renovar conceptos editoriales, reeducar la mirada, clarificar los procesos de edición, formarse en otra perspectiva, y retomar la responsabilidad personal y mediática en un tema vital para construir otro mundo, donde hombres y mujeres vamos juntos. 

Twitter: @SergioRenedDios

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