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‘Institucidio’

Es el deber de los periodistas examinar la conducta de las figuras públicas y exponerla a la luz 

Nelson Mandela 

 

Las instituciones son los pilares donde descansa la estabilidad de la sociedad y funcionan como promotoras de su evolución. Algunas de ellas son milenarias (universidad, ejército, iglesia, familia) y han sobrevivido gracias a su adaptación a los cambios. Las instituciones son faros que orientan a las personas en momentos turbulentos e inciertos hacia destinos seguros e imperiosos. Aunque se intente y –en apariencia se logre–, las instituciones no son posesiones de personas o grupos que puedan ser moldeadas a capricho, tentativas que, a la larga, se sobreponen a sus predadores. 

Hay que diferenciar una institución de una organización: ésta es creada para un fin específico y para beneficiar a personas o grupos, incluso para apoderarse de las mismas instituciones. En todo caso, las instituciones crean las condiciones, los estímulos y mecanismos para constituir y desarrollar organizaciones con los fines que los actores consideren convenientes, pero siempre reguladas institucionalmente. 

Otro problema es la institufagia; esto es, cuando una institución, encabezada por un personaje mesiánico, pretende imponer a las demás instituciones su propia ideología y se erige en la institución hegemónica por sobre las demás, para absorber sus funciones y así someterlas, inutilizarlas o desaparecerlas. 

Entre sus fines, las instituciones tienen la función de ser contrapeso al poder político y freno a los posibles abusos de quienes lo detentan, todo ello bajo un diseño constitucional y legal promovido y demandado por las mismas fuerzas opositoras que integran el juego político, generalmente surgidas como reacción a condiciones inconvenientes previas y desajustes institucionales. Así, las instituciones van cambiando y evolucionando, aunque no siempre sea para mejorar. Algunas de ellas requieren ajustes en sus compromisos con sus objetivos, de otra manera no podrán sobrevivir. 

Nelson Mandela es el mejor ejemplo de cómo usar las instituciones para unir una sociedad profundamente dividida. Gracias a su liderazgo logró imponerse a la intolerancia, al racismo y la exclusión social caracterizada por años de la política de apartheid en su país, pero en especial consiguió superar un encierro carcelario de 27 años, dejando atrás los rencores que pudieran haberse acumulado en tanto tiempo. 

No son nuevas las muestras de aversión del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hacia las instituciones. Es bien conocida la famosa frase: “Al diablo con sus instituciones”, proferida cuando el Tribunal Electoral dio por ganador a su contrincante por la Presidencia de México, Felipe Calderón, en 2006. Si bien la frase la expresó este día, la actitud manifiesta ante las instituciones se reflejó en el discurso ante el Congreso en 2005 con motivo de su desafuero acusado por desacato de un mandamiento judicial. 

AMLO no ha logrado superar su profundo rencor contra las instituciones a las que ha venido acusando de su desafuero y de la derrota electoral de 2006. Esto es posible corroborarlo todos los días en sus conferencias matutinas. Su intención de someter a las instituciones tiene su origen tanto en su resentimiento como en su deseo de eliminar cualquier freno y contrapeso a su poder político que le obligue a rendir cuentas (incluidos a los medios de comunicación). Ya tiene en la bolsa los otros poderes que deberían cumplir esa función; ahora va por los organismos constitucionales autónomos; en especial, aquellos que no se someten a su poder. 

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