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La ultraderecha

Con el asalto de los partidarios de Trump al Capitolio en Washington y la reanudación posterior de la sesión del Congreso en la que finalmente se ratificó la victoria de la fórmula Joe Biden-Kamala Harris termina un oscuro periodo en la historia de los Estados Unidos, en el que un personaje partidario del pensamiento más derechista llegó a ser el presidente del vecino país del norte. Lamentablemente, la política emprendida por el mandatario saliente no es una postura personal o un estilo particular de gobernar, sino un reflejo del conservadurismo que se manifiesta en la nación norteamericana.

América Latina ha padecido en múltiples ocasiones la manera en que se concibe la política desde el gobierno norteamericano. En el siglo 19 la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto se instituyeron como la justificación ideológica de la expansión imperialista, con numerosas intervenciones armadas y políticas hacia nuestra región. México fue uno de los países más afectados con esa política, al ser despojado de la mitad de su territorio.

En el siglo 20, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, con la llamada Guerra Fría América Latina vuelve a ser agredida; esta vez mediante golpes de Estado orquestados desde las agencias de inteligencia norteamericanas y las oligarquías locales. Estrategias como la denominada Operación Cóndor, el entrenamiento militarizado de grupos de derecha en la tristemente célebre Escuela de las Américas y una estela de violencia, fosas clandestinas, personas desaparecidas y dictaduras que se instalaron en diversos momentos en nuestra América, todo ello siendo parte de una política de Estado por el control de la región.

Más recientemente, a finales del siglo 20 e inicios del 21, se emprendieron acciones como la llamada guerra de las galaxias con Ronald Reagan, la guerra preventiva de George Bush, el Plan Colombia de Clinton, la Iniciativa Mérida continuada por Obama… reivindicando siempre el papel de policía del mundo y guardián de la democracia para justificar iniciativas bélicas e intervencionistas.

Bajo la lógica de esa política imperial, el pensamiento de derecha tiene un escenario propicio para desarrollarse: el racismo, la discriminación, la criminalización de los migrantes, discursos de odio, uso de las armas y violencia en la solución de conflictos logran ganar adeptos; pero también han existido numerosas voces que históricamente se han levantado en Estados Unidos denunciando esas ideas conservadoras y que de manera reciente se expresaron en multitudinarias manifestaciones, como La Marcha de las Mujeres (2017) rechazando la misoginia y xenofobia de quien había resultado electo presidente, y en las múltiples expresiones que exigían poner fin al racismo contra los afroamericanos a raíz del asesinato del ciudadano George Floyd por parte de la policía (2020).

Lamentablemente no sólo en Estados Unidos se reproduce el pensamiento ultraderechista, en muchas regiones del mundo hacen presencia grupos que hablan de una supuesta supremacía blanca y expresan una ideología neofascista. En el caso de América Latina, frente al avance de gobiernos progresistas de inmediato surgen sectores de derecha que mediante campañas de desinformación pretenden imponer ideas conservadoras.

Ante esa situación que lleva al enfrentamiento y la polarización social, en nuestro país autoridades públicas y sociedad deben esforzarse para que prevalezca la democracia entendida como el poder del pueblo en beneficio del pueblo, el sentido humanista, el bienestar popular, la inclusión, el respeto a la diversidad y la solución de conflictos mediante el diálogo. La razón frente a la fuerza y la opresión.

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