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Santaclós con una escopeta a la espalda

“Querido Santa: quiero que me traigas una pistola para matar a mi papá”, es la línea que marca la premisa narrativa del genial cortometraje mexicano Noche Santa, película de 2002 del director Mario Martínez Cobos.

El Santaclós es un teporocho guarro que trabaja recibiendo las cartitas de los niños para tomarse la foto polaroid con su disfraz al más puro estilo cocacola en la Alameda Central de México. Con sus compas los Reyes Magos se pitorrea de la ilusión infantil de los regalos y se les va la noche entre albures y pisto.

Yo vi fragmentos de ese cortometraje hace unos 15 años en una transmisión de C7 con la entrevista al director y me dejó intrigado. Y digo fragmentos porque cortaron algunas partes de la trama que quizás no eran aptas para la televisión mojigata de ese momento. Se me quedó muy grabada la parte musical en que el Santaclós se pone a cantar y bailar al ritmo de una música delirante, con cabezas de cerdo de un puesto de tacos moviéndose al son de la música y cantando también. Prostitutas y policías sacando a bailar al Santaclós e incitándolo a la acción.

La última imagen de ese cortometraje que por mucho tiempo se quedó en mi cabeza fue el Santaclós robando una escopeta y tumbando a un pizzero para llevarse su motocicleta con el arma a la espalda, decidido a salvar al niño de la carta.

Y no cuento más que los fragmentos de la transmisión porque a muchas personas no les gustan los spoilers. Acá dejo la liga donde puede verse completo ese genial cortometraje https://vimeo.com/33515476

Más allá del gozo que me produjo haber encontrado recientemente el video colgado en la web, mi reflexión tiene que ver con el derecho constitucional de todo mexicano a poseer un arma para defenderse.

De acuerdo con Jesús Zamora Muñoz en su Análisis del delito de portación de arma de fuego, según la calidad del sujeto activo (2001), la Constitución de 1857 consagró ese derecho en el artículo 10 en oposición al texto de 1824, que no lo establecía a nivel constitucional y que incluso dio lugar a la prohibición en reglamentos de la década de 1830.

El contexto de 1857 era una ausencia del gobierno en que la población requería de armas de fuego propias para defenderse legítimamente y la Constitución de 1917 vino nuevamente a establecer ese precepto que, eventualmente y a falta de legislación secundaria adecuada, dio origen a una pistolización. Las películas western y las de los Almada abundan en la práctica de portación de armas de manera generalizada entre la población fuera de las áreas urbanas del país, es decir, un período que abarcaría históricamente desde mil ochocientos sesenta y tantos hasta la década de 1970.

En 1972 fue publicada y entró en vigor la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos aún vigente, aunque con reformas, a la que nadie hizo caso por mucho tiempo hasta que en los últimos 15 años con la guerra contra el narco sobrevino una criminalización de la posesión de armas de la mano de un mercado negro creciente. Ya para entonces el gobierno llevaba años satanizando a las guerrillas zapatistas por ejercer su derecho.

El punto es que cualquier persona en México tiene el derecho a poseer un arma para defenderse, pero no hay una cultura del uso de esos artefactos. Lejos de acatar las disposiciones reglamentarias, la gente las posee de manera clandestina. Las personas no se preparan mental ni técnicamente para tener y operar un arma de fuego y su uso está más ligado a la criminalidad por un creciente uso en la comisión de homicidios dolosos. Definitivamente no estoy a favor del armamentismo, pero al tratarse de un derecho debería haber programas de formación para el adecuado uso de las armas.

Twitter: @levario_j

jl/I