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La compleja comunicación política que viene

La semana ha comenzado con una pesada noticia, como lo es la afectación del presidente de nuestro país por Covid-19, circunstancia que plantea la activación de una serie de medidas de cuidado y control de la conducción de la República que, independientemente de los apartados constitucionales que plantean escenarios al respecto, se requiere un seguimiento estructurado y controlado en tanto el contagio se define con la dimensión que vaya a experimentarse en el presidente. Sin embargo, al margen de este tema de salud, continúan los procesos en los que estamos inmersos en el país, como entre otros, la economía, las políticas sanitarias y el arranque de las precampañas de los partidos para la elección de junio de este año. 

Respecto de otras épocas de los procesos electorales en nuestro país, donde a partir de una experiencia de casi 30 años de integración del Instituto Federal Electoral, hoy Instituto Nacional Electoral, órgano ciudadano autónomo que, con sus luces y sombras ha constituido el esquema institucional y profesionalizado de articulación electoral, se han generado las condiciones que regulan las escenarios y reglas de las fases de precampaña y campaña que tendremos en nuestro ecoambiente comunicacional general durante estos meses. 

En el campo de la comunicación política, la amplia exposición a un ambiente cargado de símbolos y de mensajes produce en la ciudadanía una dificultad mayor para intentar entender la lógica de las plataformas ideológicas que se intentan transmitir a los ciudadanos por cada uno de los partidos. Uno de los problemas centrales en este aspecto lo constituye la reducción, por parte de los partidos, en concentrar una suerte de ideario político en spots. La gran exposición en elementos muy reducidos y también, exageradamente simplificadores y, en gran número de ocasiones, simplista, coloca, nuevamente a la ciudadanía, frente a un universo sin claridad de la oferta partidista. 

Por otra parte, las plataformas digitales generan una oferta de comunicación diversificada. Si bien la televisión sigue siendo una tecnología presente en prácticamente todo el país, la segmentación de este medio de comunicación se desarrolla a partir de dos elementos diferentes, la televisión abierta y los sistemas pagados de este mismo medio. En este campo, entonces, las plataformas digitales y los sistemas abierto y restringido de televisión plantean un enorme esfuerzo de coherencia y estructura que permita a los ciudadanos comprender, desde la perspectiva de los partidos, la coherencia a partir de los diferentes elementos que se transmiten. 

Al margen de los factores contenidos en esta fórmula de comunicación política, se encuentra también la estructura de la información noticiosa que adicional y paralelamente se proveerá de manera nacional y regional, como por ejemplo, la apropiación política de las estrategias de salud en este impase de la pandemia que, revestida de diferentes colores, se intenta proyectar una idea de eficiencia y control, y que constituye un elemento más de contenidos que estarán dentro de la ecuación de comunicación política. 

Se viene, pues, una verdadera avalancha de esquemas simbólicos hacia la ciudadanía sin un tamiz claro de diferenciación que permita encontrar las fórmulas de identificación con las mejores alternativas de elección ciudadana. La distancia entre la ciudadanía y los partidos en un sistema de autorreproducción cameral constituye un enorme reto. En la medida en que no exista una transformación sustancial del esquema de representación partidista y de los sistemas de proselitismo y propaganda, con la paradoja de una pobreza de idearios en el marco de una diversificación y ampliación de oferta de participación en las plataformas digitales, reduciéndose mayoritariamente a los spots, seguiremos arrastrando una confusión respecto de las identidades de los partidos. 

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