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Comunicación vs. el virus, con poco impacto

La influencia de la comunicación gubernamental ha sido bastante limitada en la contención de la pandemia de Covid-19. Diversos indicadores muestran los pocos efectos de las campañas: uno, que a casi un año de que comenzó la crisis sanitaria en México siguen aumentando las muertes, los enfermos confirmados, los portadores asintomáticos, los hospitalizados y quienes se atienden como pueden o que fallecen sin siquiera pisar una clínica u hospital. 

Si bien aminora o se estabiliza por periodos y regiones, la intensa movilización social que se registra en Jalisco y el resto del país, sin respetar las medidas a que obliga la urgencia sanitaria, ni adaptarse al distanciamiento social ni al necesario confinamiento, es otro indicador de que la comunicación gubernamental ha hecho poca mella. Las estrategias puestas en marcha para informar y convencer a la mayoría de la población de que voluntariamente acate las disposiciones para protegerse de los virus no han servido de mucho. La gente poco caso hace y sigue saliendo a pasear, organiza reuniones masivas y burla los llamados a protegerse. 

A estas alturas de la pandemia, y pese a todas las evidencias que demuestran lo contrario, sectores de la población aún consideran que es una mentira la existencia del coronavirus; cuando la vacunación anticovid-19 empezó en el país, destacaron los que desconfían de los biológicos, tienen miedo y no están dispuestos a vacunarse por ninguna razón. Numerosos mexicanos dejan su suerte o futuro a creencias religiosas, o a prácticas que rayan en lo absurdo o lo anticientífico. Lo que se les argumente, lo rechazan sin más. Sus creencias son más fuertes, están más enraizadas, y desafían cualquier realidad, razones o campañas. Sus virus mentales son más poderosos que el SARS-CoV-2. 

Detectado en México el primer enfermo de coronavirus el 27 de febrero de 2020, ni el gobierno federal ni los gobiernos estatales y mucho menos los municipales han sido capaces de comunicar para informar, convencer o persuadir y movilizar a los mexicanos a que cumplan los protocolos que buscan salvaguardar vidas. Los mensajes han tenido pocos resultados. Los que difunden las autoridades a través de sus propios medios y la información de la prensa profesional no han sido suficientes para alertar, prevenir y actuar ante una pandemia que aumenta a un ritmo impresionante. Tampoco es un problema sencillo, sino más bien complejo, multifactorial, que pueda solucionarse solo con una buena estrategia comunicacional. 

Las conferencias en Palacio Nacional, tanto la presidencial matutina como la vespertina sobre la situación de la pandemia, han mostrado sus límites para hacer reaccionar a la población que es incrédula o irresponsable. Que las vean millones de mexicanos no significa que cumplan las restricciones. Los llamados presidenciales a que la gente respete las medidas sanitarias, a que “se porte bien”, han caído en mucho en el vacío. 

El sistema de salud en México estaba abandonado, como lo demuestran las decenas de hospitales inconclusos, la corrupción interna o las carencias. Lo que poco valoraron las autoridades fue en diseñar y operar un eficiente sistema de comunicación gubernamental que aliviara las consecuencias de la pandemia. Aunado a que, por la fragmentación política del país, cada autoridad se mueve más en la lógica de sus grupos políticos afines que en la de los intereses de la población vulnerable. 

Las “benditas redes sociales” son más un espacio de pleitos, desinformación y estrategias burdas de linchamiento que de campañas gubernamentales de calidad que sumen al conjunto de la población en un solo objetivo social: blindar al país del dañino coronavirus. 

Twitter: @SergioRenedDios

jl/I