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¿Me vacuno o no me vacuno?

Como en Hamlet de Chaqueaspeare, esa parece ser la cuestión. Pero vacunarse o no vacunarse no debería de ser una pregunta inquietante. Todo mundo, asustados como seguimos por la mortandad y el incontenible número de contagios, no deberíamos tener ninguna duda al respecto. Sin embargo, no es así del todo y tener tal incertidumbre frente al mayor desastre socio-sanitario de la historia que nos está tocando vivir resulta lamentable y estresante. También se ha dicho que la duda mata. Vivir esta incertidumbre es el resultado de las decisiones y acciones confusas, contradictorias, politizadas, ideologizadas y mercantilizadas por los diversos sujetos que, por un lado, están en el poder y, por otro, o de manera común advirtieron muy pronto que la pandemia es el mejor negocio que pueden hacer. Lo único que ha quedado claro es en ninguno de ellos actúa en verdad pensando en la vida de la gente a la que eufemísticamente llaman como sus gobernados, sus clientes o sus fieles. 

El día de 10 de febrero, en las redes Facebook y YouTube (https://youtu.be/pgsuQZ6yD2s), dentro de la transmisión semanal del programa EnVejezSer, conducido por el médico geriatra Juan Pablo Ledesma Heyer y la comunicóloga Liz Noguez, tuvieron como invitada a la doctora inmunóloga Galina Zaitseva, quien tiene una amplia trayectoria académica en la Universidad de Guadalajara. 

A ella la plantearon directamente esa pregunta: ¿me vacuno o no me vacuno? Resultaron de sumo interés sus opiniones concisas y directas. Sin mucho discurso y con claridad, la doctora Zaitseva, con argumentos polémicos, pero difíciles de rebatir, negó la necesidad de vacunarse, porque consideró, en principio, que el virus no es mortal, que es curable. El problema es cómo se le atiende, cómo se responde a la pandemia. 

Enfatizó mucho en la centralidad del sistema inmunológico, aunque precisó que tampoco hay que sobreestimularlo. Reducir el miedo y los grados de estrés son fundamentales para mejorar nuestro sistema inmune o nuestras defensas. Si estamos plenos y felices, nuestros linfocitos están bien y saben qué hacer contra los virus. El miedo y la ansiedad pueden estar matando a más personas que el propio virus. 

Negó que alguna de las vacunas que ya se están aplicando en el mundo sea totalmente segura. Todas son experimentales y sus posibles efectos secundarios los veremos en un rango de uno a tres años. Para ella, la vacunación representa mayores riesgos que beneficios. Por tanto, recomendó que quien vaya a vacunarse antes se haga una prueba de anticuerpos para saber si ya los hemos creado. 

Coincidentemente, apenas ayer, otra médica e investigadora de la medicina social, Asa Cristina Laurell, publicó en el diario La Jornada un artículo donde coincide con Galina Zaitseva en que las vacunas son principalmente un gran negocio, “y no parte de la lucha de la humanidad contra la pandemia”. Lo que se demuestra con la negación de los países centrales a la petición que presentaron varios países ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) para suspender las patentes de las vacunas y poder fabricarlas de inmediato. Atinadamente recordó que en 1955, cuando el médico Jonas Salk, después de ocho años de investigación descubrió la vacuna contra la poliomielitis, se le preguntó si patentaría su descubrimiento y respondió: ¿Se puede patentar el Sol? Por supuesto, entonces no existía, como ahora, una poderosísima industria farmacéutica. Ella, aun reconociendo también los riesgos de las vacunas, afirma que no usarlas puede ser una decisión temeraria. 

Sirvan estas dos opiniones para darnos una idea de lo incierto y complicado que será tomar una decisión al respecto y la urgente necesidad de discutir mucho más al respecto. 

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