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El ciclo de violencia y crimen 

El mundo criminal no tiene un jugador hegemónico a nivel local que pueda aniquilar a toda su competencia y establecer una especie de paz. La ejecución de El Cholo no termina con el ciclo de exterminio que vivimos. 

La muerte de Nacho Coronel en 2010 desestabilizó el equilibrio de los grupos criminales que entonces operaban en Guadalajara y en Jalisco, en general. Ya para entonces había intereses en disputa, pero la desaparición del capo abrió nuevas oportunidades. Significó un cambio que, eventualmente, llevó al encumbramiento de un nuevo grupo delictivo: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Sin embargo, ese cártel no tiene una estructura vertical ni corporativa unidireccional que garantice una continuidad de acciones y objetivos. Tampoco ostenta un monopolio en el mercado negro, completamente fragmentado, lo cual garantiza que habrá competidores dispuestos a participar en una dinámica violenta para obtener el control de ciertos nichos. Y, finalmente, las condiciones desde entonces han cambiado drásticamente. 

Desde el inicio el CJNG disputó las actividades ilícitas con otros grupos criminales y pasó de mayoritariamente traficar drogas con fines de exportación a consolidar mercados internos que le permitieron una base económica más sólida. Guadalajara se convirtió en un mercado atractivo y en él han irrumpido distintos competidores, tanto dispuestos a rendir tributo a los grandes capos como a obtener ganancias más jugosas asumiendo alto riesgo de ser doblegados y exterminados. Y eso es algo que vemos todos los días con la aparición de cuerpos torturados, las ejecuciones públicas y las desapariciones de personas. 

Por mucho que El Cholo fuera responsable de cierto tipo de actividades de exterminio con casas de seguridad y fosas clandestinas, ello no significa que haya sido el único en realizarlas. La participación de distintos actores en el tráfico de drogas implica que operan con reglas similares de violencia para acabar con la competencia y acaparar una mayor cantidad de compradores. 

El hecho de que exista un cártel como el CJNG que domine la producción y distribución no significa que todos obedezcan. En realidad, hay una multiplicidad de células tributarias, cuyos líderes actúan con cierto grado de temor ante los grandes capos, pero en conflicto entre sí y con una libertad de decisión relativamente amplia dentro de sus territorios. Ese margen de decisión, con unos límites que nunca estarán claramente definidos porque no hay ley que los acote ni autoridad que vigile su cumplimiento, significa que los pequeños jefes criminales tendrán intereses ocasionalmente antagónicos, con peones sacrificables y eventuales batallas por un bastión efímero. 

Si bien el CJNG ha logrado consolidar sus actividades de producción y venta de droga con respecto a otros grupos criminales en el país y en el extranjero, la fragmentación del mercado negro y su implícita falta de regulación hace previsible una continuidad en la lucha por los pequeños territorios de venta de droga. 

Mientras no existan condiciones económicas equitativas que permitan un acceso equilibrado a oportunidades de vivir una vida digna ni instituciones capaces de garantizar el acceso a la justicia y desincentivar el interés de quebrantar la ley, el costo de oportunidad para quienes no tienen nada que perder o para quienes la codicia de exorbitantes ganancias favorecerá a la venta de drogas como una actividad económica atractiva. Y el reto para transformar ese ciclo de violencia y crimen implica una participación activa de todas las instituciones del Estado y de la sociedad civil, pero todavía parece estar lejos de concluir. 

Twiiter: @levario_j

jl/I