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Modelo de campañas, agotado

Las campañas electorales están provocando hartazgo en la ciudanía porque el nivel de la discusión pública sigue descendiendo. Los recientes debates nos muestran que, en lugar de mejorar, el discurso político se degrada aún más, y la ciudadanía no ve ni escucha propuestas políticas dignas. 

Lo que muestran estas campañas es que nuestra democracia mexicana es irrespetuosa de la ley, es corrupta, es muy cara y desprecia a los ciudadanos y a la ética. 

Varios de los candidatos pusieron en evidencia su escasa y pobre convicción democrática. La dimensión ética la desprecian con tal de obtener triunfos electorales. 

El nivel de debate mostrado por la mayoría de las y los candidatos a puestos de elección popular es muy bajo. No presentan diagnósticos concretos de los problemas a resolver y no plantean soluciones que conjuguen la viabilidad, la creatividad y la pertinencia. 

Esta situación de ataques y descalificaciones en los debates y en la campaña, nos hace reflexionar que los políticos profesionales no son enfermos mentales, que no son psicópatas, pero la política como quehacer humano para obtener el poder echa mano de su perfil psicótico que les permite a través de la guerra sucia en la campaña: engañar, manipular y tergiversar la realidad. El derroche de recursos nos hace preguntarnos si, efectivamente, las campañas se blindaron contra el poder del narco. 

La falta de respeto a la ley y a la autoridad electoral por parte de los partidos, hace que nos quede claro que no se sujetarán a la legalidad y a la honestidad una vez que obtengan el poder. 

Para la mayoría de los ciudadanos, la propaganda política debe retomar el debate de las grandes ideas, deben aflorar las políticas públicas claves que encabezarán las acciones de gobierno; los mensajes políticos deben expresar claramente cuáles serán las estrategias o líneas de acción de la actividad pública. 

A cinco semanas de la votación se percibe en un gran sector de la población mucho desánimo, decepción e indecisión por quién votar. 

Hay falta de propuestas de cómo se va a gobernar, no sólo qué se va a hacer, sino cómo lo van a hacer. Muchos qué y muy pocos cómos. 

La gestión de la escucha a la ciudadanía es imprescindible, para incorporar la agenda de las preocupaciones de la gente, no sólo de los grupos empresariales y del poder. 

Las propuestas importan, porque permiten conocer el calibre del intelecto del candidato, su capacidad de interpretación, análisis y solución de problemas. También su capacidad de escuchar, y de diferenciar entre información valiosa y la que no lo es. 

También al oído del ciudadano le gusta escuchar promesas, pero ya sabe distinguir el caramelo en las frases hechas a modo para emocionarlo. Ya quiere estructura y sustancia, no sólo qué propone, sino el cómo lo va a desarrollar. Hay que estar atentos con los candidatos que confunden campaña con gobierno. 

¿Cuál es la opción? ¿Votar por el menos malo? ¿Votar por la fruta menos podrida o el menos peor? 

Necesitamos autoridades políticas que se preocupen por lograr un desarrollo para todos basado en la equidad, el respeto al medio ambiente, la participación ciudadana, la justicia social; en otras palabras, un desarrollo más humano, integral y solidario. 

Necesitamos gobernantes que confíen en la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, de tal manera que los intereses de los ciudadanos se realicen de manera continua, amplia y por consenso. 

Debemos crear un escenario en el cual los ciudadanos no son sólo carne electoral, sino agentes de cambio, donde su participación es ampliamente valorada por la clase política. 

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JB