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Sin reglas

¿Alguna vez ha estado en un trabajo donde sea libre de reglas a seguir y solamente cumpla los caprichos del patrón cuando llegue a necesitarlo? Parece el trabajo ideal y déjenme decirles que sí existe: está en el Congreso del Estado.

Ahora en tiempo electoral y de pandemia son más notorios los beneficios que tienen los empleados supernumerarios asignados a las salas de diputados; ésos que solamente firman contratos cada tres meses y que no tienen que checar tarjeta o contar con un horario fijo si su patrón no se los asigna.

Lo mejor es que ni siquiera tienen que ir al palacio legislativo o al Edificio Juárez, ahora tienen el pretexto de “trabajar desde casa” y acudir a estas instalaciones sólo a cobrar el cheque cada quincena.

Todos estos privilegios se obtienen si su patrón, es decir, el diputado local, es su amigo, conocido, familiar o es recomendado y le da trabajo por esta vía.

Los 38 legisladores tienen una bolsa mensual para repartir de casi 185 mil pesos para contratar entre cinco a siete personas, y ellos deciden el sueldo que les quieran dar. Solamente indican en qué parte del tabulador los quieren ubicar, la única condicionante es que no rebasen el monto mensual asignado de manera igualitaria.

Desde la creación de este tipo de empleados se evitó que cumplieran con algunos requisitos que tienen los de base porque como no están oficialmente en la nómina, sino que son temporales. Esto implica que nadie los supervisa más que el diputado jefe.

Esta situación tiene una explicación: son personal asignado directamente al legislador y resulta obvio que en todos estos años no han querido reglamentar su estadía porque sería como ponerse una soga al cuello y lo que buscan es evitar riendas que los aten y puedan así operar bajo sus propios intereses.

A los diputados les molesta las insinuaciones de que son gente que trabaja para sus actividades partidistas o personales, pero en la realidad se convierten en sus choferes, asistentes, carga portafolios, i ve eme, tuiteros, escoltas, acompañantes, aduladores y a veces asesores.

En pocas palabras, para ser un empleado supernumerario no se necesita ningún tipo de perfil o de contar con determinados conocimientos, tampoco acreditar algún grado de estudios o experiencia laboral, lo único que cuenta es que el diputado lo ponga en la lista que envía a la Secretaría General para que sea contratado. Así de fácil.

Faltan dos semanas para las campañas y el Congreso local sigue inactivo. El pretexto es la pandemia. Se realizan pocas sesiones de comisión y muy pocas de pleno y los empleados supernumerarios rara vez se les ve por las oficinas o los pasillos. Hay ocasiones en que sí se les ve en estampida acompañando al legislador cuando llega o se retira del Congreso.

La realidad es que nada se sabe de las tareas que realizan los supernumerarios en cada sala de diputados, y no hay una instancia que reporte lo que hacen.

Aquí consideramos que es tiempo de que regulen sus actividades, que estén obligados a reportar si tienen un horario fijo que cumplir, las tareas que les asignan, si son dentro o fuera del Congreso, los informes que presentan o las horas que trabajan al lado del diputado porque todo parece indicar que se van por la libre, que están sueltos y quizás sin tareas que tengan que ver con el Legislativo.

Muchos llaman a esta bolsa legislativa como la caja chica de los legisladores porque pueden poner a alguien sólo de nombre, que cobre y les pase todo o una parte de su salario. Esas son las mañas que siempre se han dado y no han cambiado por la falta de reglas claras, contundentes y de interés.

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JB