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Las mismas fichas en el tablero

Llevamos año y medio de la homologación de sueldos de policías y, más allá de eso, la metropolización de las comisarías del Área Metropolitana de Guadalajara es una farsa. 

Fue el estandarte de todos los alcaldes que ahora en tres meses y medio terminan su gestión en cada uno de los municipios de la metrópoli; todos dijeron que iban a impulsar el proyecto para atender un fenómeno criminal que no respeta límites territoriales, sin que hasta ahora haya una verdadera estrategia coordinada. 

Tenemos un grupo de reacción que no reacciona con policías a los que no los dejan trabajar. Están inconformes y así lo han expresado ante la impotencia de no poder hacer nada. Conformarían un grupo de élite, supuestamente para atender delitos de alto impacto y eventos violentos, pero prácticamente sólo los sacan a pasear para la foto cuando se habla de operativos coordinados. 

En Los Otates nunca estuvieron. En cada uno de los ataques coordinados contra las instalaciones del Escudo Urbano C5, bien, gracias. Las detenciones y aseguramientos que han realizado, en general, son una cifra ridícula de menos de 50 personas, un centenar de vehículos y una decena de armas. La narrativa oficial dice que gracias a los trabajos coordinados y a la Policía Metropolitana se logró reducir la incidencia delictiva. Todo lo contrario. Está bien claro que la caída se debió al confinamiento y a la reducción de actividades por la pandemia y que la disminución de ilícitos no fue proporcional al colapso de la industria, de los servicios, del transporte. 

Hubo momentos en que toda la actividad económica y administrativa estuvo suspendida, a excepción de las llamadas “esenciales”, y aun así la caída en carpetas de investigación rondó sólo 40 por ciento. La percepción de inseguridad tampoco tuvo un retroceso significativo en general. 

A raíz de la represión de Estado de junio de 2020, el gobierno de Jalisco recurrió a algunos procesos de gobernanza para apaciguar la indignación de la sociedad y, a pesar de que las víctimas siguen inconformes, el agotamiento de una pandemia, de una crisis económica sin comparación y de una criminalidad que se desborda desde la parte apenas visible de las fosas clandestinas y las desapariciones de personas, la protesta se ha diluido. Las instituciones lograron sembrar división entre las víctimas del 4, 5 y 6 de junio para simular una renovación de la estrategia de seguridad. 

Sin duda son procesos que llevarán mucho tiempo, pero las acciones urgentes siguen sin iniciar. 

El gobernador prefiere difundir mensajes autocomplacientes respecto a algunos cambios en la Policía del Estado en cuanto a la profesionalización de los servidores públicos, antes que admitir la apabullante insuficiencia de las acciones emprendidas. 

Una parte de su mensaje llama mucho la atención cuando dice que su gobierno no podía disculparse sin haber modificado las estructuras policiales. Pero no se disculpó. No lo ha hecho ni ha modificado de fondo el problema. Y claro que podría y tendría que ofrecer una disculpa pública. 

Los nuevos alcaldes tienen ahora tres años para de veras transformar todo el modelo policial, empezando por una Policía Metropolitana que trabaje, que tenga un marco normativo adecuado, recursos para cumplir con sus atribuciones y facultades para tomar el mando de nueve corporaciones con más de 8 mil policías que, en la práctica, trabajan cada cual por su cuenta, jugando a lavarse las manos de lo que ocurre de la raya para allá de cada territorio. 

Es difícil que las nuevas administraciones a partir de octubre cambien el juego manteniendo casi las mismas fichas en el tablero. 

Twitter: @levario_j

jl/I