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Ganaron las tías de Chapalita

A los manchados y a los narrativos, tapatíos extraordinarios 

 

No es que esté mal que en una democracia la mayoría se imponga, al contrario, es una de las condiciones sine qua non de este sistema político que defiende el derecho de las personas a elegir a sus gobernantes. Lo malo es cuando esas mayorías anulan la realidad de golpe, la sustituyen por una fantasía que comienzan a creer y a defender con un fervor que, lógicamente, no pasará ninguna prueba racional de argumentación. 

Lo trágico –quedó claro en la elección del domingo pasado– es que las opiniones que construyen consensos sobre asuntos públicos se erijan a partir de mensajes basura que llegan a nuestros celulares y dispositivos. 

Si bien la gente de Jalisco ya no es tan conservadora como se cree, en la elección del 6 de junio lo que prevaleció fue un voto –a todas luces– conservador y de resistencia, inducido por el pánico de que nuestra ciudad y nuestro estado cayeran en las garras del mesías tropical y su comunismo venezolano, “monstruos que amenazan con destruir al país”.  

Frases, fake news, análisis a modo, memes y discursos de odio fueron y vinieron, diatribas exageradas para quienes tienen alguna noción de lo que representa y significa el comunismo y el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela; verdades absolutas e irrebatibles para la mayoría de los hombres y mujeres libres de la Zona Metropolitana de Guadalajara que ejercieron su voto hace 10 días. 

La encomienda sustancial de la cruzada del 6 de junio no era elegir una propuesta, un proyecto o un candidato. No, la tarea era detener a la bestia, exorcizar nuestra vida política de los malévolos intrusos y “defender a Jalisco”. El instrumento fue el voto; el beneficiario directo, Movimiento Ciudadano. Hay que decirlo claro: la mayor parte de los miles de electores que acudieron desesperados a las urnas no votaron por el trabajo mostrado por algunos candidatos en su papel de gobernantes, votaron contra Morena y contra AMLO. En los Altos, por ejemplo, el PAN fue el escudo protector de las buenas costumbres y los valores jaliscienses. 

Así, las cadenas de WhatsApp fluyeron como en cascada durante los dos meses de campaña; algunas nacieron como parte de una estrategia electoral y otras, como producto de una genuina preocupación ante la inminente llegada del demonio morenista a Jalisco. 

Para Movimiento Ciudadano fue relativamente sencillo aplacar la fuerza electoral del adversario, bastaba incentivar el miedo, el orgullo de ser jaliscienses y el desprecio por todo lo que no es de aquí, sobre todo si viene de la Ciudad de México. ¡Jalisco se cuece aparte! ¡Aquí somos diferentes! ¡Dios nos protege! 

Y conste que hubo también un voto razonado que se sustentó en los muchísimos errores, pifias y omisiones del gobierno federal y de Andrés Manuel López Obrador; no obstante, las conversaciones preelectorales de las y los tapatíos y jaliscienses se distendieron anulando al otro, excluyéndolo, al margen de la deliberación en torno a los resultados, yerros y desaciertos del presidente, porque esto representaba un riesgo, la posibilidad de que más de alguno pudiera matizar la información y quizá, luego, convertirse en pejezombie o chairo. No se podía correr el riesgo, había que cortar el problema de raíz: Venezuela, comunismo y mesías fueron las palabras mágicas. 

De esta forma, triunfó la aniquilación del debate, ganaron el prejuicio y las tías de Chapalita, ese grupo de señoras nacidas en Guadalajara, católicas, de “buenas costumbres”, que se oponen abiertamente al aborto, que abominan al presidente y que, absortas, reenviaron y comentaron cuanto mensaje les llegaba con tal de salvar al estado de las garras del pinche Peje naco y socialista. Así, ganaron ellas. 

jl/I