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‘Polly’ y Fernanda

El caso es brutal. Un joven atropella con dolo a dos chicas. Una queda en el mismo lugar, grave. La otra es arrastrada con el auto cuatro cuadras; su estado de salud es aún más grave que el de su amiga. Hasta el momento en que escribo, las autoridades de la Ciudad de México no han dado con él. 

Este caso ha tenido mucho eco en redes sociales. La brutalidad y la indiferencia con la que actuó Diego son de un extremo preocupante. Se pensaría que era sólo un tipo borracho, molesto y terco que llegó a una fiesta particular para luego quererse ir. Pero no es sólo eso. Todos los adjetivos pueden describir a cualquiera de nuestros amigos, a nosotros mismos incluso, pero los violentadores siempre encuentran un modo, una justificación, un pretexto para actuar como lo hacen: estaba borracho, estaba molesto, por eso hice lo que hice. 

Hay, de entre todos los hechos que he leído sobre el caso de la agresión a Polly y a Fernanda, uno que me llama mucho la atención. Después de haber arrastrado a Polly por cientos de metros y que por fin ella lograra zafarse del auto de Diego, su cuerpo queda tendido. Ella intenta levantarse, en medio de la calle, sin éxito. Sus lesiones son de suma gravedad. Diego regresa en su auto hasta donde ella está tirada y se queda un rato a un lado de la joven. Después arranca y huye. 

¿En qué nivel de sadismo se encuentra el agresor de las jóvenes? ¿En qué punto alguien puede despreciar tanto la vida de los otros como para no mover ni un dedo para auxiliarlos? No hay forma de argumentar que Diego no se dio cuenta de que Polly quedó enganchada a su auto y la arrastró. Él se dio cuenta de que quedó tirada en medio de la calle y regresó a su lado para, como si fuera una cosa insignificante, no hacer nada. Nada. 

De acuerdo con los reportes médicos recogidos por la prensa, Fernanda, quien quedó en el lugar del atropellamiento luego de que Diego le pasara por encima con su auto, tiene traumatismo craneoencefálico moderado y su cráneo está abierto. Polly tiene quemaduras de tercer grado en el estómago, ambos brazos fracturados, parte de su cabeza y cara no tienen piel, y su pecho está deshecho. Escribirlo, imaginarlo, pensarlo me revuelve el estómago. 

Pero al dolor, la incertidumbre y la angustia por la que están pasando las familias de las jóvenes se suma el temor. Refieren que tienen miedo por lo que Diego o su familia puedan hacerles antes de que sea encontrado. Esto no es asunto menor en un país donde la impunidad rampa a sus anchas, donde, de acuerdo con un análisis realizado por México Evalúa y presentado en noviembre pasado, la media nacional de impunidad es de 92.4 por ciento (como dato, el de Jalisco fue de 96.2 por ciento). Esta revisión está basada sólo en delitos denunciados, o sea, no toma en cuenta todos aquellos ilícitos que los agraviados no formalizan ante las autoridades. Una cifra de pavor. 

En todo este caso hay un audio en el que una persona identificada como Diego le dice a un amigo de su intención de suicidarse. Hasta ahora nada hay de él; está prófugo, acusado del delito de tentativa de feminicidio. 

¿Qué pudo haber pasado para que dos mujeres estén en una situación muy grave de salud y un hombre haya huido tras atacarlas? Una simple discusión. Una testigo refiere que todo comenzó porque Fernanda, en la fiesta a la que llegó Diego, le quitó las llaves del carro al joven para que no manejara borracho cuando quiso irse. Si bien esto debe corroborarse, se entiende que, de alguna manera, ella velaba por la seguridad de Diego y de otras personas afuera, en las calles. 

Es de una ironía terrible y dolorosa pensar que Polly y Fernanda fueron agredidas por un sujeto al que pretendían ayudar. 

Ahora, ellas están al filo de sus vidas. 

Sobreviviendo. 

Twitter: @perlavelasco

jl/I