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Acceso a la salud

La inseguridad por la que atraviesan los pasantes y profesionales de las áreas de la salud ha retomado eco estos días recientes a raíz de los asesinatos en Valparaíso de Luis Fernando M., pasante de Medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara, y del otro tripulante de una ambulancia de la Secretaría de Salud Jalisco, de quien no se dio a conocer su nombre, cuando volvían al municipio de Huejuquilla el Alto tras hacer un traslado a la ciudad de Fresnillo, en Zacatecas. 

Para llegar de una ciudad a otra hay que recorrer unos 130 kilómetros y atravesar el municipio de Valparaíso, ya en Zacatecas, cuya cabecera municipal es una pequeña ciudad en un valle que, a su vez, da pie a una extensa zona serrana de gran belleza. 

El municipio de Valparaíso tiene, de acuerdo con el último censo del Inegi, 13 mil 557 habitantes y un territorio de 5 mil 780 kilómetros cuadrados. Por su ubicación es paso estratégico en el área, al colindar con Jalisco, Nayarit y Durango. Si alguien tuvo alguna vez la fortuna de visitarlo, sabrá que no miento cuando digo que es un sueño para los amantes del campismo, los deportes extremos y las aguas termales. O al menos lo sería si la inseguridad y la violencia desatadas en esta zona, acrecentadas en las últimas semanas, permitieran disfrutar de ello. 

Radiqué en Zacatecas de 2007 a 2015. A lo largo de estos ocho años que viví y trabajé allá, a los medios de comunicación nos llegaban denuncias o datos acerca de personas del sector salud, lo mismo estudiantes que profesionales, que eran obligados por integrantes del crimen organizado para atender a aquellos que resultaban heridos en los enfrentamientos armados, o trabajadores de hospitales públicos que terminaban en medio de balaceras cuando estos mismos grupos iban a sacar a sus compañeros de los centros de salud donde eran ingresados después de algún ataque armado. 

Daba lo mismo si eran enfermeros, médicos, paramédicos, odontólogos e incluso veterinarios. Todo aquel que vistiera una bata blanca o que tuviera conocimientos de medicina y acceso a fármacos o equipo médico podía ser objeto de una especie de secuestro exprés para salvar la vida de algún malherido integrante de células criminales. 

En una ocasión conversé de manera informal con un veterinario. Entre lo que platicamos, me llamó la atención que me dijo que ya no ofrecía los servicios de cremación de mascotas a sus clientes, a menos de que fuesen de total confianza. Al preguntarle los motivos, bajando la voz, como si un ente invisible nos escuchara, respondió que no quería que “ellos supieran” que tenían hornos para ese fin, por el temor constante a que les pidieran cremar cuerpos humanos o incluso tomar las riendas de los hornos y usarlos a su antojo. 

En la semana, tanto en Zacatecas como en Jalisco, a raíz de estos asesinatos en Valparaíso, hubo manifestaciones en las que estudiantes y profesionales de la salud exigían seguridad y denunciaban los tipos de violencia que enfrentan en aquellos puntos a los que son enviados para hacer su servicio social, prácticas, residencias o pasantías. 

Además, autoridades universitarias, como Rosa Martha Covarrubias Carrillo, directora de Medicina Humana de la Universidad Autónoma de Zacatecas, dan cuenta de que la mayoría de denuncias respecto a estos casos son de pasantes que reciben amenazas y que personas armadas llegan a las unidades de salud donde prestan servicios y les exigen que los atiendan. 

En un país tan extenso como México, con zonas aún de complicada conexión o comunicación, debe ser urgente dar seguridad a quienes se encargan de brindar atención médica a personas que, de otra forma, difícilmente podrían tener acceso a ésta. 

Y mientras por un lado pasantes y profesionales no tendrían que arriesgar su integridad por hacer su trabajo, por el otro queda asentado que el crimen pone en peligro la vida de muchas maneras; no poder recibir atención a la salud es una de ellas. 

De tantas. 

@perlavelasco 

JB