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Golpeadas y resignadas

El video muestra a una joven encapuchada que golpea a una mujer policía. La agente no cuenta con protección ni se defiende. Las manifestantes festejan el acto e insultan a las oficiales. Otra mujer embozada persigue durante varios metros a una policía que se cubre con el escudo. La propina al menos seis martillazos antes de derribarla al suelo. Las jóvenes se burlan, las policías aguantan.

Los hechos ocurrieron el 28 de septiembre en la Ciudad de México durante la marcha por el Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro. Estas agresiones ocurrieron en la calle, cuando las policías caminaban al lado de las manifestantes sin impedirles el paso.

En el Ángel de la Independencia y en el Zócalo, frente a Palacio Nacional, se registraron también hechos violentos cuando algunas participantes en la marcha intentaron traspasar las vallas que instalaron las autoridades alrededor de los monumentos.

En esos sitios los videos muestran a mujeres que golpean con tubos y palos a la barrera de mujeres policías. También las pintan con aerosoles y una de ellas enciende fuego a un espray. Las policías responden lanzando polvo de extinguidores.

El saldo de la marcha fue de 27 mujeres policías lesionadas, cuatro de ellas tuvieron que ser llevadas a un hospital. Una resultó una fractura expuesta y otras dos sufrieron heridas en el cuello y daños en la zona cervical producto de los golpes que recibieron. Además, en las trifulcas fueron heridas una empleada de la Secretaría de Gobierno, cuatro mujeres civiles y cinco hombres.

Las agentes del grupo Atenea que acudieron a la manifestación recibieron la orden de únicamente contener, no responder las agresiones y no detener a nadie.

La violencia es cada vez más común en las protestas. En la del 9 de marzo fueron 62 mujeres policías las que terminaron lesionadas.

Las mujeres agresoras, incluso las que llegan a cometer algún delito, saben que pueden hacerlo porque gozan de total impunidad. Ninguna autoridad las detendrá ni abrirá un proceso legal en su contra.

Es cierto que quienes cometen actos violentos son la minoría. La mayoría de las mujeres que protestan lo hacen de manera pacífica. De acuerdo con las autoridades de la Ciudad de México, el 28 de septiembre aproximadamente mil 800 manifestantes, incluidas algunas niñas, marcharon en paz y fueron alrededor de 250 las que se expresaron con violencia. Otras fuentes señalan que las violentas no llegaban a 70.

Así como en las demostraciones feministas hay agresiones contra las mujeres policías, también se dan actos de solidaridad con ellas por parte de manifestantes que entienden que las agentes son, como ellas, hijas, madres, hermanas, esposas que tienen derechos y sufren al igual la inequidad y violencia de género que permea en nuestra sociedad.

Por su parte, algunas policías también han expresado su simpatía por las manifestaciones y las causas feministas. “Es también nuestra lucha”, dijo una de ellas en una entrevista.

Y aunque las personas agresivas son minoría, también es verdad que la mayoría de las que se expresan de manera pacífica no se deslindan con claridad de estas acciones y, mucho menos, las condenan. Incluso hay quienes las justifican. Son escasas las organizaciones sociales, defensoras de derechos humanos o líderes de opinión que se pronuncian contra la violencia.

Pareciera, por hechos como estos, que algunas personas consideran que hay violencia “buena” y justificada contra mujeres; que es válido vulnerar los derechos de otras y causarles dolor. Ninguna persona debería ser víctima de agresiones injustificadas y gratuitas.

Resulta paradójico que algunas de quienes luchan contra la violencia hacia las mujeres la ejerzan contra sus congéneres y que las mujeres policías, igual que muchas otras mujeres en sus hogares, reciban resignadas los insultos, las burlas y los golpes.

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