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Exploración espacial

En octubre de 1957, el Sputnik I se convirtió en una sensación mediática. Lanzado en órbita por un cohete masivo, el satélite espacial lanzado por los soviéticos, que rodeaba la Tierra cada 95 minutos, parecía demostrar peligros estratégicos urgentes

Emily S. Rosenberg en ‘Remembering the Space Age’, Steven J. Dick (editor), NASA History Division, Washington, DC (2008), p.158

 

Para quienes aún no habíamos nacido cuando inició la Era Espacial, recurrir a los libros y las películas en las cuales se han plasmado los hitos –y fracasos– con los cuales la humanidad se adentró a la exploración espacial pueden darnos alguna idea de la compleja situación vivida a escala mundial en esos años; todavía no estaban completamente resarcidos los daños en diversos ámbitos producidos por la Segunda Guerra Mundial (SGM) y el conflicto había evolucionado para dar lugar a lo que se ha conocido popularmente como la Guerra Fría, donde se enfrentaban –esencialmente en el ámbito ideológico y económico– antiguos aliados.

Sin embargo, en ese contexto también se produjo la carrera espacial entre los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, que implicó un acelerado desarrollo del conocimiento científico necesario para primero poner dispositivos en órbita, luego seres vivos y finalmente los propios humanos. La investigación básica en las áreas más insospechadas se favoreció de la urgencia de los gobiernos de las mencionadas potencias en demostrarle al contrario que tenían la supremacía en la exploración espacial.

La investigación en física de las radiofrecuencias se había favorecido durante la SGM para la implementación de los sistemas de detección de aeronaves; los británicos, quienes sufrieron los bombardeos de la Luftwaffe alemana, ampliaron las actividades del Radiophysics Laboratory establecido en 1939 en Sídney, Australia (ver Four Pillars of Radio Astronomy: Mills, Christiansen, Wild, Brecewell; Springer, Cham 2017, p. 13) y ello permitió que la isla-continente descollara en la radioastronomía.

Terminada la guerra siguió la investigación básica en la que fueron determinantes personajes como Bernard Lovell, quien según consigna el doctor John North: “En 1948 presentó sus planes para la construcción de las primeras antenas parabólicas gigantes, de una clase con la que la mayoría de la gente actualmente está familiarizada” (Historia Fontana de la astronomía y la cosmología, FCE, México 2001, p. 417), más adelante menciona: “La tenacidad de Lovell finalmente produjo resultados, y en 1957 fue instalado en Jodrell Bank, cerca de Mánchester, un disco de 76 metros de diámetro y un peso de 1500 toneladas” más adelante comenta su posible fracaso por la falta de fondos, sin embargo “su importancia penetró a la conciencia pública: demostró su utilidad para localizar por medio de ondas de radio los cohetes portadores de los primeros sputniks soviéticos”; el radiotelescopio Mk I de Jodrell Bank se puso en operación el 11 de octubre de 1957.

Twitter: @durrutydealba

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