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De lacayos y contrapesos

Los contrapesos al poder son claves para la buena salud de una sociedad democrática. Cuando surge una figura poderosa, la tentación autoritaria amanece temprano. 

Primero cabe reconocer que Enrique Alfaro ha logrado amasar un enorme dominio entre las instituciones y los personajes de la sociedad jalisciense actual. 

Veamos este combo alfarista: un Congreso del Estado que es sólo una ventanilla de trámites del Ejecutivo, una imposición en la agenda a los partidos tradicionales (PAN, PRI y PRD) por no hablar de Movimiento Ciudadano (MC), al cual manipula con sólo respirar, un acoso permanente a jueces y magistrados para minar su estructura y decisiones, una cúpula empresarial alineada a sus prioridades y estimulada por inversiones en una economía tocada por la crisis Covid, unos sindicatos en coma que se aferran a la supervivencia, un sector de medios de comunicación electrónicos e impresos –al menos la mitad– que recibe puntualmente órdenes con los enfoques de sus publicaciones y una iglesia que bendice también las ordenanzas conservadoras del gobernador. 

Veamos los contrapesos: en ocasiones el presidente, un puñado de intelectuales, la otra mitad (o menos) de la prensa, algunos organismos como la CEDHJ y diversas ONG, Morena junto con algunas de las agrupaciones políticas de reciente creación que todavía tienen una representación mínima. 

En este enlistado figura de manera protagónica la Universidad de Guadalajara (UdeG). Pero este equilibrio se reestableció de manera clara apenas hace unas semanas ante la ruptura por el presupuesto al museo ambiental. 

El Grupo Universidad y su líder Raúl Padilla han eclipsado los poderes políticos del estado. Su cercanía al PRI fue determinante para la gobernabilidad en Jalisco durante décadas, su adaptación más o menos orgánica a los panistas y, finalmente, su decisiva penetración en MC (en el que colocó a Tonatiuh Bravo como coordinador de los diputados naranjas en San Lázaro y a Mara Robles como diputada local plurinominal). 

Hasta mediados de este año, la relación de la UdeG y el gobernador –con algunos momentos de tensión– fue de amplia colaboración. No se puede entender el abordaje del Covid-19 en Jalisco sin los aportes científicos, organizativos y estructurales de la casa de estudios. 

Apenas el lunes pasado el gobernador volvió a atacar al Grupo Universidad: “Al señor Raúl Padilla y a sus lacayos de una vez les digo que la época oscura en la que manipularon las instituciones y sometieron a los gobiernos para lucrar y hacer negocios personales se acabó en Jalisco”. 

Dicho eso, cabe recordar que Padilla López ha dejado una profunda huella en Jalisco: la expansión de la red universitaria, su compromiso antiquísimo con la salud a través de los heroicos hospitales civiles, la decisiva creación de una poderosa industria cultural (léase la FIL y otras ferias, exposiciones y eventos) que han colocado a Guadalajara en el ojo global. También su vigoroso impulso en infraestructura que tiene al Centro Cultural Universitario como el gran catalizador. 

Por esto y mucho, mucho más, estamos muy lejos de caracterizar esta época como “oscura”, sino lo contrario. 

Muchos lo piensan, menos lo han dicho y pocos lo han escrito: es claro que a la UdeG le urge cambiar en sus procesos de tomas de decisiones y en la transparencia de sus finanzas. Ventilar su casa con otros liderazgos generacionales e introducir una democracia mucho más vital. Otra gran cuenta pendiente es que no han sido capaces de elegir una rectora general. 

Pero hoy el Grupo UdeG y sus “lacayos” son, afortunadamente, un contrapeso clave en la tentación autoritaria de Alfaro y su convulsa mente. 

Twitter: @cabanillas75

jl/I