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La política de ‘echarse la bolita’

El pasado 13 de octubre, en una plática en la Feria Internacional del Libro del Zócalo de Ciudad de México, Hugo López-Gatell afirmó que el uso de cubrebocas “se convirtió en el instrumento con el que las personas egoístas y los grupos sociales egoístas trataban de echarle la culpa a los demás… cuando en términos técnicos si hubiéramos pensado en el cubrebocas como en un instrumento de conexión social para protegernos los unos a los otros también hubiéramos tenido mejores resultados”… y luego fue ovacionado. 

A pesar de las evidencias científicas de la efectividad del uso del cubrebocas para atenuar los contagios del SARS-CoV-2 entre la población, el subsecretario de Salud federal decía, el 22 de enero de 2020, que con el coronavirus “no hay indicios que sugieran un comportamiento grave”; y que su capacidad de virulencia y letalidad era baja; además, si no se tenían síntomas, las pruebas serían negativas. Posteriormente, el 27 de abril dijo que “el usar cubrebocas tiene una pobre utilidad, incluso, tiene una nula utilidad”. 

También estuvo en contra de la realización de pruebas masivas, alegando que no existía “ninguna conexión técnica, científica, lógica y automática entre el número de pruebas y el éxito del control”, contradiciendo la recomendación del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus: “Nuestro mensaje es: pruebas, pruebas, pruebas”. 

En una mañanera, el presidente de la República calificó a López-Gatell como “un especialista de primera” en la conducción de la pandemia. Sin embargo, días antes, el 27 de septiembre, la prestigiada revista científica The Lancet publicó un artículo que evalúa los pésimos resultados de la estrategia para combatir el Covid en México y en Brasil. El título es “La política punt como fracaso de la rectoría del sistema de salud: evidencia de la respuesta a la pandemia COVID-19 en Brasil y México”. 

Los autores acuñaron el concepto para calificar el desempeño de ambos países: punt politics (política de echarse la bolita) que describe el fracaso de los gobiernos nacionales para tomar decisiones esenciales y desviarlas hacia los estados; esto por ausencia de transparencia y de datos sobre vacunas; información contradictoria y cambio de cronogramas de inoculación; número de vacunas embodegadas sin conocerse, y la brecha entre las que supuestamente se han recibido y las aplicadas. 

En verdad no hay forma de cómo ayudar a López-Gatell. No da una. La senadora Xóchitl Gálvez lo calificó de forma ruda: “Es un pendejo”, luego de que aquél declarara que “por cada dosis de la vacuna contra Covid-19 que se desvía hacia un niño o niña a través de amparos, se le quita la oportunidad a quien tiene un riesgo mayor”. 

Luego de la andanada de amparos para solicitar que los niños sean vacunados, y que un juez ordenara vacunar “a todas las y los menores de 18 años”, la Secretaría de Salud respondió con una chicanada al emitir un acuerdo donde se ordena suspender “los términos y plazos de los procedimientos y trámites que se llevan a cabo en las oficinas”, dado que varios de sus funcionarios han dado positivo al Covid-19. Además, se decreta “abstenerse de recibir promociones, demandas, juicios de amparo, emplazamientos, requerimientos judiciales”. 

Al concluir el sexenio es seguro que el llamado Dr. Muerte sea llamado a cuentas por su desempeño criminal (aunque esto dependerá de quién gane la Presidencia). Sin embargo, también es posible que sea colocado en la lista de diputados de representación proporcional para, con el fuero, no pueda ser llevado a juicio. 

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