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Crímenes de odio

Llamarnos humanidad implica que en algún momento debemos construir un mundo en el que esté garantizada la protección de derechos para cada una de las personas, que existan en condiciones sociales y económicas para una vida digna y que los ideales del liberalismo (igualdad, libertad y fraternidad) junto con las luchas sociales nos lleven a una organización de la sociedad en la que prevalezcan los intereses colectivos. 

Cuando hay persecución o crímenes de odio nos alejamos de ese ideal. La justificación del esclavismo, la segregación étnica, la discriminación hacia las mujeres, a los pueblos originarios o afrodescendientes, a las personas que manifiestan una identidad de género no binaria, a quienes son parte de la comunidad LGBTTTIQ+, etc., surge constantemente en diversos sectores de la población que reproducen formas de violencia que son difusas, silenciadas y asumidas sin cuestionamiento como parte de un orden social impuesto que difícilmente puede ser cambiado. 

A la violencia directa –agresiones físicas y verbales– se suman muchas formas de violencia; la cultural, que puede definirse como aquellas prácticas que nos llevan a legitimar la violencia directa o estructural (Galtung), también es llamada violencia simbólica y aunque no causa un daño físico, provoca que el orden social que genera la violencia se siga reproduciendo; la violencia estructural se refiere a las condiciones económicas, políticas e institucionales que contribuyen a crear entornos excluyentes en los que se propician situaciones de segregación, injusticia y prejuicios.  

Una expresión brutal de violencia es el ataque con ácido hacia las personas, lo hemos visto de manera frecuente en nuestro país y en el caso de Guadalajara una mujer transexual fue agredida recientemente resultando con quemaduras en 60 por ciento de su cuerpo. A este grave hecho se suma que un hospital privado al que recurrió para ser atendida de urgencia se habría negado a brindarle el servicio. 

Diversas colectivas como la Red Yo Voy 8 de Marzo y la organización Unión Diversa de Jalisco condenaron de forma inmediata los hechos y exigieron a las autoridades celeridad para detener al responsable de la agresión, proteger los derechos humanos de la comunidad LGBT+ e investigar al hospital particular que se negó a prestar servicios médicos; también hicieron un llamado a la población a no ser cómplice de la reproducción de discursos de odio que sustentan la discriminación y la violencia. 

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha señalado que las personas de la comunidad LGBT+ suelen ser víctimas de acoso, tortura, detenciones arbitrarias e incluso de asesinatos. Por su parte, el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra personas LGBT en México, en su informe de 2020, muestra que de los casos que han registrado en su plataforma se desconoce si hay alguna persona detenida en 40.7 por ciento; del 59.3 restante, solo en 31.45 hay alguien detenido, mientras que en 68.54 nadie ha sido arrestado por el crimen, lo que evidencia el nivel de impunidad existente. 

¿Cómo se puede revertir la inercia que lleva a reproducir discursos de odio? La educación puede ser una manera de concientizar, en el caso mexicano la propia Constitución marca la pauta de los preceptos que deben orientar el sistema educativo nacional cuando dice que la educación contribuirá a la mejor convivencia humana, al fomentar el respeto a la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos; pero además la educación luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios. 

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