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Contra la resignación cotidiana

La película Sueños de fuga (The Shawshank Redemption en inglés) habla de una situación universal de lucha contra la desesperanza, muy relevante en la crisis social y de violencia que vivimos. Se basa en un cuento de Stephen King y es considerada popularmente como una de las mejores películas de todos los tiempos.

Un aspecto crucial que narra es la injusticia y la opresión, la crueldad de un sistema corrupto basado en el crimen y en el miedo. Como los prisioneros de Shawshank, estamos a merced de guardias que no dudan en golpear y matar para someter a los presos. Aunque en la historia los guardias representan al sistema del Estado y al sistema económico, en Jalisco tendríamos que pensar en los grupos criminales que han sustituido las deficientes instituciones del Estado mexicano en una dinámica de depredación económica y que mantienen subyugadas a las personas en una lógica de maximización de ganancias mediante actividades ilícitas, principalmente la producción y contrabando de sustancias, pero también extorsiones, robos, fraudes, secuestros. Temas que se han vuelto cotidianos en las conversaciones familiares, con los amigos y en los círculos sociales inmediatos.

Los prisioneros de Shawshank no logran imaginarse el mundo más allá de las paredes que los mantienen confinados. Los han doblegado de tal manera que ya sólo viven para morir, creyendo que nunca saldrán de su prisión y que no sabrían qué hacer afuera. Sus actos y sus palabras son esclavas de quienes los dominan.

¿Cómo podemos pensar en recuperar la tranquilidad, en dedicarnos a vivir y no a morir, si todas nuestras acciones y nuestras palabras son acechadas permanentemente por el miedo a ser lastimados, despojados, desaparecidos? Parece casi inevitable que en las conversaciones casuales con otras personas surja ese miedo a la inseguridad. Ya nos hemos habituado a hablar de personas asesinadas cerca de los lugares donde vivimos y donde nos movemos, hablar de esa tienda donde roban cada tres días o de ese negocio donde atacaron a balazos a alguien. Ya no hay asombro, sino resignación. De inmediato, al enterarse de algo así, uno espera que no sea alguien querido la víctima del crimen.

Pero la esperanza no se trata de eso. La esperanza no tendría que ser que no te pase algo terrible. El tema de Shawshank es, precisamente, construir un futuro de esperanza en resistencia a todo el sistema de opresión y de voracidad capitalista de quienes nos dominan.

Y el cambio no vendrá del gobierno, sino de la constancia en prioridades como la educación, la cultura, cultivar la amistad y el respeto, buscar siempre la verdad. No esos valores demagogos que los políticos esgrimen contra sus adversarios para obtener o mantener la popularidad a la que aspiran, que reiteran en discursos y en mensajes propagandísticos. No esos valores que dicen que tenemos que defender, construyendo una polarización social de unos partidos contra otros, unos grupos contra otros, unos intereses contra otros.

El cambio viene de la colaboración fraterna, de la defensa de lo que es justo, del interés común por sobre el interés de unos cuantos, del beneficio de toda la sociedad por sobre los caprichos de quienes se han constituido como dueños de la prisión y sus secuaces. La prisión se acaba en la mente. Si nos han sometido, aspiremos a una sociedad de iguales que puedan trabajar juntos por un mundo mejor. No esperemos a que venga alguien a cambiar las cosas. La película termina con las palabras del narrador diciendo: “Yo espero”, porque ha logrado liberarse y aspira a una vida nueva. Esa esperanza es precisamente lo que necesitamos construir como sociedad.

Twitter: @levario_j

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