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La caravana y los niños

En la caravana de migrantes que intenta llegar a la Ciudad de México hay muchos niños. Caminan al lado de sus padres entre intensos calores y lluvias torrenciales. Los más pequeños van en brazos o en carriolas. Sufren las inclemencias del camino y duermen en el suelo. Comen lo que pueden, lo que alcanzan a comprar sus familias con sus escasos recursos o el alimento que les brindan personas y organizaciones solidarias. A ratos también juegan y se divierten. Algunos han sido testigos de asesinatos y abusos.

El número de extranjeros que conforman la actual caravana varía en función de la fuente. Diversos medios de comunicación refieren que la integran aproximadamente 4 mil personas, de las cuales cerca de mil son menores de edad. El Instituto Nacional de Migración, por su parte, afirma que son aproximadamente mil 200 personas en total.

La nueva caravana salió de Tapachula, Chiapas, el sábado 23 de octubre y ayer se encontraba en el municipio de Mapastepec, a unos 100 kilómetros de la capital chiapaneca. Las personas que integran el grupo pretenden arribar a la Ciudad de México para solicitar a las autoridades que resuelvan favorablemente su situación migratoria.

Antes de salir los migrantes afirmaron que, sin trabajo y sin apoyos suficientes, no podían aguantar más tiempo en Chiapas.

A diferencia de otras caravanas, en esta ocasión las fuerzas policiales mexicanas no les han impedido el paso ni han realizado detenciones. El gobierno federal ha reiterado en los últimos días que está dispuesto a otorgar permisos humanitarios para mujeres embarazadas y menores de edad, y que hay albergues de puertas abiertas donde pueden ser recibidos.

Pero los migrantes desconfían. Consideran que no hay garantías de que no serán retenidos o deportados y temen que las familias sean desintegradas, porque el ofrecimiento gubernamental no incluye a los hombres. Además, dicen, se han dado casos en que el gobierno mexicano no respeta los documentos que él mismo otorga a los migrantes.

En contraparte, las autoridades mexicanas afirman que los migrantes son manipulados por los líderes de la caravana. En particular señalan a Irineo Mujica Arzate, dirigente de la organización Pueblo Unidos Migrantes, y a Luis Rey García Villagrán, coordinador del Centro de Dignificación Humana, AC.

Ayer, el Instituto Nacional de Migración emitió un comunicado en el que indica: “Es irresponsable que, por las decisiones de dos personas autodenominadas líderes de la caravana, no se alcance un acuerdo para que la autoridad proporcione a las personas extranjeras un estatus migratorio regular, alimentación y alojamiento”.

La autoridad migratoria añade: “Con el objetivo de evitar una tragedia, el Instituto Nacional de Migración mantiene su ofrecimiento para trasladarlos a lugares seguros, en donde se les entregue la documentación migratoria que acredite su estancia legal, así como espacios de alojamiento y comida en albergues de puertas abiertas”.

Mujica Arzate, de la organización Pueblo Unidos Migrantes, insiste en que no se trata de un ofrecimiento serio y que la autoridad juega con la esperanza de quienes integran la caravana. Lo que se les ofreció, ha dicho, no son visas humanitarias, sino “tarjetas de visitante” con las que únicamente pueden transitar por cuatro estados.

En medio de estas controversias los niños migrantes sobreviven en condiciones indignas. Sin sus derechos más básicos: salud, educación, alimentación, vivienda, atención y ayuda preferente en casos de peligro. Se vulnera también su derecho a no ser discriminados por su raza o nacionalidad.

Es urgente que autoridades, organizaciones y expertos en el tema articulen una política pública para enfrentar esta crisis humanitaria extraordinaria, para la que no bastan las normas y los procesos ordinarios.

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