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Lemus ‘rockstar’ vs. Lemus policía

Aprendió rápido el arte de la política. El ex presidente de la Coparmex Jalisco y ex conductor de Zona 3 pasó vertiginosamente de las cámaras empresariales y de las cabinas de radio al escenario político, y dejó atrás a una lista de políticos que formaban parte –y aún siguen dentro– del primer círculo alfarista. Hoy, Pablo Lemus Navarro es líder de una nueva expresión dentro de Movimiento Ciudadano en el estado y va en solitario rumbo a la gubernatura, sin más rival que sus propios resultados como alcalde de Guadalajara. A menos que Enrique Alfaro tenga otra idea en mente. 

Lemus ganó la presidencia de la capital de Jalisco después de gobernar durante dos trienios el municipio de Zapopan (2015-2021), triunfó en las urnas de forma indiscutible con un amplio margen respecto de su más cercano competidor, el doctor Carlos Lomelí, un político destinado a perder elecciones y a seguir desgastando la marca de su partido: Morena. 

Si bien, Lemus ganó por la ola anti-AMLO que se estrelló con fuerza en Jalisco en junio pasado, también lo hizo gracias a sus cualidades: Lemus es un rockstar de la política que se mimetiza con la gente bien de Guadalajara y, a la vez, parece caminar cómodo en las colonias más marginadas de la ciudad. 

Sabe modular su voz, entiende cuáles son las cosas que dan y quitan en el mundo de la política; ha mantenido un buen ritmo en su agenda de trabajo y en su comunicación desde el inicio de la administración; continúa inmerso en una dinámica de campaña, recorre las calles, los mercados y los espacios públicos, hace anuncios rimbombantes y muestra cercanía con la gente; lo cubren bien los medios tradicionales y su estrategia de redes sociales, sostenida en el concepto “La ciudad que quiero”, es dinámica y guarda cierta disciplina. Hasta aquí todo bien. 

Del otro lado, en el dark side, están presentes poderosos factores que jugarán en su contra como político y, sobre todo, como responsable del gobierno de una ciudad que aqueja terribles problemas que no se han podido resolver a lo largo las últimas administraciones; el principal de ellos es, por supuesto, la inseguridad. El robo de vehículos, el robo a mano armada, los asesinatos y las desapariciones ya son parte del inventario y la cultura urbana del tapatío. La delincuencia en zonas y colonias como Providencia, la Americana, la Moderna, Oblatos, Medrano, la Monumental y la Independencia se desbordó en esta primer quincena de noviembre y la Policía de Guadalajara –a diferencia de su jefe–, se sigue viendo lenta, ineficiente, insensible y, en algunos casos, claramente coludida con los criminales. 

De acuerdo con el informe de incidencia delictiva presentado por la Secretaria Federal de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, Guadalajara –que ya formaba parte del grupo de municipios prioritarios en la estrategia nacional de seguridad–, es una de las ciudades en las que aumentó el homicidio doloso en el periodo que va de enero a septiembre de 2021. La ominosa lista la completan ciudades como León, Salamanca, Acapulco, Fresnillo, Culiacán, Ecatepec, Nezahualcóyotl, Ensenada y Manzanillo. Además, Guadalajara, junto con Tijuana, Ciudad Juárez y Culiacán, está rankeada en los primeros diez lugares de las zonas urbanas con mayor incidencia de homicidios dolosos contra mujeres. 

Ante este escenario más vale que Pablo Lemus tenga un plan real y efectivo para mejorar ostensiblemente la seguridad en la ciudad; de otra forma, las y los tapatíos seguiremos supeditados a los designios de los criminales, porque de algo podemos estar seguros, la seguridad no va a mejorar con el carisma de nadie, ni con estrategias chidas para Facebook e Instagram. Pablo Lemus tendrá que demostrar en Guadalajara que tiene la visión, la inteligencia y el valor para hacer del municipio un modelo de seguridad a nivel nacional y después, entonces sí, voltear a ver Casa Jalisco. Gobernar Guadalajara implica, en primerísimo lugar, limpiar la sangre de sus calles. 

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