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Claudia Andrés Sheinbaum Obrador

Ya terminó la primera mitad del gobierno del presidente López Obrador. Estaremos a 30 meses de que se lleven a cabo las nuevas elecciones presidenciales de 2024. Tendría que venir la fase de la cosecha de los logros de las políticas públicas del gobierno actual. 

Aunque el presidente sigue intentando navegar con la misma estrategia, cada vez será mucho más difícil seguir culpando al pasado y no hacerse responsable de las situaciones actuales del país. Si esa iba a ser siempre su respuesta, ¿entonces para qué querían ser gobierno? 

López Obrador no sólo inicia su segunda mitad, sino que arranca la segunda peor mitad del gobierno. Tradicionalmente en México todos los gobiernos se enfrentan a una mitad de ascenso y a una de descenso; la pérdida de poder político se acrecienta y la capacidad de ofrecer resultados se reduce. 

Siempre la segunda mitad ha sido la más complicada de administrar para cualquier presidente. Primero porque se tiene que cargar con el fin del sexenio y porque se tiene que administrar la sucesión. 

En este caso, AMLO intentará romper una maldición que se ciñe sobre los presidentes de México desde 1988: ningún presidente ha logrado imponer a su sucesor. Todos los sucesores han salido por fuera de los designios del propio presidente, lo que refleja esa pérdida de poder y de control de todas las variables políticas conforme se agota el sexenio. 

Y lo mismo empezará a vivir López Obrador. 

Ni el poderoso Carlos Salinas pudo garantizar la sucesión de su favorito Luis Donaldo Colosio; ni Ernesto Zedillo pudo imponer a su secretario Francisco Labastida; tampoco lo pudo lograr el presidente panista Vicente Fox cuando intentó impulsar a su esposa y luego a su secretario Santiago Creel. Bueno, ni Felipe Calderón, que perdió a su favorito Juan Camilo Mouriño en un accidente de avión y luego a su secretario de Hacienda; su candidata, Josefina Vázquez Mota, quedó en un lejanísimo tercer lugar y marcó el fin de la era panista en el poder. 

Peña Nieto tampoco logró que Luis Videgaray se quedara con la candidatura del PRI y terminó por impulsar a José Antonio Meade, barrido y lanzado al tercer sitio. 

A ese récord se enfrenta López Obrador, a intentar imponer a su candidata Claudia Sheinbaum, pero los otros aspirantes y sus grupos de Morena no se darán por derrotados tan pronto. Las divisiones internas y la lucha por las candidaturas amenazan con paralizar al gobierno y destruir internamente la candidatura de la favorita. 

Recordemos que las bases de Morena no son otras que las tribus que siempre mantuvieron fraccionado al PRD y que hoy sólo la imagen del presidente es la que los mantiene unidos. 

Es la misma división en Morena la principal amenaza a la continuidad de partido del presidente. Si se divide, la oposición unida tiene oportunidades reales de ganar la Presidencia en 2024. 

Si la oposición se divide y Morena va unido, entonces tendremos un segundo gobierno morenista. 

Difícil que la candidata favorita del presidente sea la que se quede con la candidatura. Los grupos en Morena no descansarán hasta descarrilar a Claudia de su sueño presidencial. 

Twitter: @Israel_Macias

jl/I