INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Por el derecho a preguntar

Cuando los periodistas entrevistamos a un funcionario público, partimos de ciertas presuposiciones. Menciono algunas: que el entrevistable conoce o tiene nociones del rol de los medios informativos y los periodistas en un país que aspira a ser plenamente democrático. Otro supuesto es que identifica las normativas que regulan la información pública, como el derecho a la información. Uno más es que la administración, círculo o poder al que pertenece tiene una política pública de respeto, puertas abiertas, transparencia con los ciudadanos y medios informativos. Que comprende que gobernar es informar con calidad. Y que, por lo tanto, muestra disposición para atender las peticiones de entrevistas. Que, si tiene una apretada agenda de trabajo, abre espacios, ofrece tiempos para responder preguntas, al margen de lo que haga en otras vías para informar, como las redes sociales. Un último punto obligado es que el funcionario conoce a fondo los temas de los que se le preguntará, que tiene el perfil para ese cargo y puede responder sobre proyectos, metas, seguimientos, problemas, demandas, etcétera. Y que, como no es sabelotodo, se apoya y favorece que sus subordinados precisen, expliquen o amplíen información. 

Los periodistas sabemos que poco se cumplen los supuestos mencionados y otros que se podrían añadir. Existen excepciones, claro. Hay funcionarios que observan desde una óptica negativa a los periodistas, sobre todo a los reporteros críticos. Los llegan a catalogar como enemigos o estorbos de las, dicen con desfachatez, prácticamente intachables administraciones. Tienden a generalizar con calificativos desfavorables a cientos de periodistas profesionales. Ocurre en Jalisco y el resto del país. 

También los funcionarios suelen desconocer qué normas marcan la pauta de los periodistas y en qué lógica se mueven. Abundan los burócratas que carecen de entrenamiento básico para articular sus ideas, responder con precisión las preguntas y hasta para regular sus emociones al ser cuestionados. Salvo los protagónicos y los experimentados, tratan de rehuir a los periodistas cuando se trata de asuntos candentes. La semana pasada, por ejemplo, un alcalde que aceptó se le entrevistase para la radio, cambió fechas y horas tres veces, hasta que dejó de contestar las llamadas. Eso es común cuando los aparatos burocráticos son opacos, temerosos, obtusos. Actualmente complican la gestión de entrevistas o las demoran, si bien va. Nos topamos con funcionarios que piensan más en su futuro político que en informar a sus representados. Ante las dificultades, los reporteros aprovechan las conferencias de prensa y las entrevistas callejeras, como la que impidió brusca y groseramente el gobernador Enrique Alfaro a Rocío López Fonseca. Reitero mi apoyo a Rocío, y a todas y todos los colegas de batalla diaria a los que de manera ruin ha hostigado, descalificado, agredido o censurado el mandatario estatal. Respaldo totalmente, también, el pronunciamiento que hicimos como gremio de repudio a ese trato. 

Preguntar es un derecho, un derecho humano. Cuestionar es una de las variantes de preguntar. Cuestionar no es atacar. Parte central de la tarea periodística es preguntar, una y otra vez, hasta tener clara la información que se desea transmitir a las audiencias. Preguntar para un periodista abarca dos niveles básicos, sin ser los únicos: para obtener información actualizada, verificable, precisa, confiable, en general, de los distintos protagonistas de la vida pública; y para conocer lo que opinan acerca de temas de interés colectivo. 

Es lamentable y condenable que en esa labor encontremos obstáculos y ataques del grupo gobernante de Jalisco. 

P.D. Disfruten las vacaciones. Nos reencontramos en enero. 

Twitter: @SergioRenedDios

jl/I