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Felicidad, alma de niño

Grave consecuencia del Covid son los millones de personas afectadas psicológicamente por la falta de socialización y diversas pérdidas –laboral, económica y afectiva, e incluso de la vida de un cercano–. Los filósofos griegos ya estudiaban científicamente la manera de lograr la felicidad y el bienestar; también los humanistas han realizado su trabajo. 

Hay coincidencias en la postura de que la felicidad es interior y depende de uno mismo. Es el principal objetivo de la vida y tiene que ver con el enriquecimiento constante de diferentes factores que incluyen la mente, salud del cuerpo y del espíritu, y hasta disfrutar bienes exteriores, todo de manera integral. 

La felicidad es un estado mental que no depende de la suma de bienes materiales, logros o incluso amistades. La felicidad no depende de quien estés acompañado o del amor de una pareja, ya que sería un apego o necesidad que antagónicamente haría infeliz, lo mismo si se depende de un aplauso o un objeto. 

Ser feliz es distinto a estar alegre o disfrutar de un placer. La felicidad implica una visión de futuro, propósito, un principio. Requiere de un sacrificio, entendiéndose por ello la mejor toma de decisión y la responsabilidad en aras de alcanzar un bien mayor en contra de un efímero placer. 

Las corrientes psicológicas y filosóficas actuales han retomado el tema de felicidad como prioritario, estudiando la manera de transformar las emociones en energías que aporten a la humanidad, el cuidado de la salud corporal con una buena alimentación, ejercicio, buenos hábitos y meditación. 

Martin Seligman propone que la psicología no sea reparadora, sino preventiva al intensificar las virtudes de la vida que llevan a la serenidad, armonía, plenitud; entendiendo la virtud como el principio de lo que suma y es bueno para la humanidad y no para un individuo o un limitado grupo, para lo cual la empatía y la compasión son fundamentales. 

Cuando se logra el equilibrio entre diversos factores, como amar y ser amado, basado en actos que lleven a cuidar nuestras acciones con el otro; tener cariño y buenas relaciones familiares, amistosas e incluso laborales; no abusar de medicamentos, drogas, tabaco, alcohol que modifican la química cerebral y las conexiones del circuito neuronal; laborar y hacerse productivo en lo que te gusta hacer, sin estar obsesionado en el dinero, lo mismo que desechar la creencia que la acumulación de bienes es la felicidad; el optimismo, la observación, la capacidad de contemplar, admirar, reflexionar y meditar, entonces estaremos inmensos en la felicidad. 

Fray José Carlos Badillo Vásquez, estudioso de la psicología positiva, a quien tengo el honor de conocer en persona, podría resumir la felicidad en el título de su libro; para ser felices hay que tener Alma de niño. Padres y maestros debemos enseñar a nuestros educandos de manera intencional a procurar su felicidad basado en los estudios científicos de miles de años. 

 

jl/I