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Alfaro, el infravalorado

Las intempestivas vacaciones del gobernador Enrique Alfaro Ramírez, anunciadas apenas unas horas después de que interrumpiera de forma grosera a la periodista Rocío López Fonseca en una entrevista con el secretario de Salud, Fernando Petersen Aranguren, parecen más bien un berrinche que un espacio para la reflexión sobre lo que ha vivido en las últimas semanas. 

En lo que va de su gobierno, hasta noviembre pasado, el gobernador Enrique Alfaro se ha gastado 575.8 millones de pesos en comunicación social, de acuerdo con la información que aparece en la página web del gobierno del estado. Nada más como referencia, la primera etapa del Hospital Civil de Oriente costará la mitad, según lo anunciado por las propias autoridades. 

Con ese monto invertido en sus empresas favoritas, Indatcom, La Covacha y Euzen, así como en algunos medios de comunicación tradicionales y en empresas creadas por trabajadores de algunos medios de comunicación, seguramente para el gobernador es incomprensible que su verdad no sea aceptada como absoluta. 

Quienes conocen a Enrique Alfaro saben que sus reacciones no son de quien acepta que se equivocó. Seguramente decidió hacer una pausa porque no lo valoran, ante una población que no reaccionó a su llamado a participar en la consulta popular sobre el pacto fiscal; un sector de la prensa que le exige cuentas ante las ineficiencias en diferentes áreas de su gobierno, y hasta las últimas encuestas que ni siquiera lo colocan como una opción de Movimiento Ciudadano en la candidatura a la Presidencia de la República, pues fue brutalmente superado por el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas, y el gobernador de Nuevo León, Samuel García Sepúlveda. 

Un síntoma claro de la visión que Enrique Alfaro tiene de su gobierno son sus declaraciones sobre el asesinato de su antecesor, el priista Jorge Aristóteles Sandoval Díaz. Para él, el caso está resuelto, aunque no estén detenidos y ni siquiera plenamente identificados los autores materiales, no tengamos ni un indicio del móvil y mucho menos de quiénes fueron los autores intelectuales. 

Desde su gobierno se planea, sin importar lo que cueste. Para ello, se dispone de asesores, expertos teóricos en los diferentes temas y se diseñan campañas llamativas. El problema viene después, cuando ya no depende de los recursos económicos y hay que dejar el escritorio. Entonces los resultados no llegan. 

El enojo permanente del gobernador con un sector de la prensa está relacionado con esta diferencia entre sus planes y sus hechos. Quienes le cuestionan las omisiones, que si revisamos área por área de su gobierno son considerables, así como las fallas, se convierten en sus enemigos inmediatos. 

Y en un entorno en que todos los funcionarios hacen sin chistar lo que él les ordena (sólo baste ver la reacción de Petersen Aranguren al quedarse callado y retirarse cuando el gobernador se lo mandó), no hay cabida para los matices, las preguntas y menos para las exigencias. 

Por eso, podemos estar seguros de que sus abruptas vacaciones no son un espacio para revisarse. Los dos comunicados enviados al día siguiente lo prueban. Uno, respondiendo a la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco que su gobierno respeta la libertad de expresión y que las medidas cautelares que le dictó el organismo son “una violación flagrante al derecho humano al debido proceso (sic)”. El otro, reiterando que ya dispuso de los 140 millones de pesos que le quitó a la Universidad de Guadalajara y que la suspensión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no será acatada. 

Así que mejor tomarse unas vacaciones que, además, seguramente cree merecerse, ya que los jaliscienses no valoran su trabajo. 

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