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6 de enero 

Queridos Reyes Magos: 

Escribo estas líneas durante la madrugada del 6 de enero mientras ustedes andan por todo el país, más aún en el centro de México, dejando juguetes a los niños que se portaron al menos más o menos bien, a la vez que adultos y no tan adultos ya nos empachamos de comer rosca con chocolate y, si tuvimos suerte, logramos alguna de las figuritas de este pan, resignados a pagar los tamales a principios de febrero, como una deuda de honor. 

Seguramente ya lo saben, pero hay un montón de tristezas y malestares en este país, así que, aunque ya pasó el tiempo, tal vez ustedes puedan hacer una entrega especial. 

En México hay 95 mil personas desaparecidas, pero además de eso, hay más de 52 mil cuerpos sin identificar. Si lo simplificamos con fines de poner un ejemplo, si esos más de 50 mil ya estuviesen identificados, hablamos de que más de la mitad de las familias que tienen un desaparecido sabrían, como ellas mismas lo han dicho, si sus hijos, hermanas, papás, sobrinas ya descansan, y podrían darles sepultura y comenzar sus duelos, tan necesarios para cerrar procesos emocionales. 

Querido Melchor, tú que ofreciste la mirra a Jesús recién nacido para recordar su condición de hombre finito, dales algo de humanidad a quienes se encargan de atender a las familias de las personas desaparecidas. Recordarles que todos podemos ser víctimas, incluso ellos, y que en sus manos está brindar algo de paz, al menos entregándoles los restos de sus seres amados. 

Cientos de niños mexicanos sufren cada día porque no pueden acceder a medicamentos oncológicos. Asociaciones y familias a lo largo del país hacen lo que pueden con lo que tienen para conseguir al menos una parte de las medicinas. Por un lado, más de algún funcionario de alto nivel alega que los niños son usados para golpear al gobierno, responsable de proveer estos medicamentos; por el otro, las historias se cuentan en decenas en los medios y en las redes de cómo los menores, sin importar su edad, esperan por esas sustancias que podrían darles oportunidad de salvar sus vidas. Papás, mamás, tías, hermanos y voluntarios rascan con uñas y dientes para sobrevivir cada día. 

Querido Baltasar, tú que entregaste el oro a Jesús Niño para recordar su grandeza, dales paciencia, amor y fortaleza a todas esas madres y padres que luchan cada día por sus hijos. Recuérdales su inmensidad, su amor sin medidas y su luminosidad. Porque si de alguien es el mérito de conseguir recursos para que los niños con cáncer de este país sigan con una oportunidad de vida es de ellos y de nadie más. 

Las amenazas a los periodistas en este país no conocen límites. Desde advertencias sutiles hasta asesinatos es lo que encuentran no pocos integrantes de los medios, acciones no sólo ejecutadas por el crimen organizado, sino (peor) por las propias autoridades, esas que tienen la obligación de salvaguardar la seguridad y la integridad de las personas que vivimos en este país. A finales del año pasado, el Instituto Internacional de Prensa (IPI) informó que 45 periodistas murieron en 2021 al ejercer su profesión, siendo México la nación más peligrosa del mundo para los reporteros. 

Querido Gaspar, tú que entregaste el incienso a Jesús bebé en su calidad de Dios, como ofrenda a su divinidad, dales perspectiva a quienes tienen en sus manos la seguridad de los mexicanos. Muéstrales que no son intocables ni todopoderosos, aunque su soberbia y las voces de quienes les rodean les digan lo contrario. Que comprendan que no son elegidos ni ungidos ni bendecidos, sino otra simple y llana persona, como todas, pero con la posibilidad de transformar para bien la vida de sus gobernados. 

Queridos sabios observadores del cielo: mi carta llega tarde, lo sé, pero ojalá en sus manos haya quedado algo para regalarnos. 

Para enfrentar el nuevo año. 

Esperanza, al menos. 

Twitter: @perlavelasco

jl/I