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La hija, el carnal y el compadre 

Dice el dicho que no hay compadre que no haga daño y para muestra la tensa relación que existe en este momento entre Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Monreal; este último, un aliado político que nunca ha estado en el corazón del presidente, pero que le ha sido muy útil. 

En las últimas semanas las diferencias entre ambos personajes se han intensificado y se han hecho más evidentes; esto debido a un hecho fundamental: Monreal no será el candidato de Morena a la Presidencia de la República; lo sabe AMLO, lo sabe Sheinbaum, lo sabe Ebrard y el propio Monreal. A juzgar por el discurso y por la carga simbólica de sus acciones, es claro que en la cabeza del primer mandatario sólo existen dos nombres posibles para sucederlo. El resto de suspirantes, incluido el activo y sagaz senador, no juegan en ese tablero. De ahí su desesperación y ansias. 

Sheimbaum y Ebrard han mostrado lealtad y consistencia como defensores del proyecto de AMLO y eso tiene un peso específico en la lógica de un hombre que siempre se ha dejado guiar por sus sentimientos, filias y fobias para tomar decisiones y elegir a sus amigos y a sus adversarios. Y eso no va a cambiar de aquí a que concluya su mandato. 

La actual jefa de Gobierno de la capital ha sido su hija política desde el año 2000, cuando asumió la Secretaría del Medio Ambiente del entonces Distrito Federal; desde esos tiempos ha acompañado a AMLO, primero en el PRD y después en la invención de Morena. Marcelo Ebrard coincidió políticamente con él en ese mismo año (2000), cuando declinó a su favor y contribuyó a que ganara la elección por la Jefatura de Gobierno como candidato de la denominada Alianza por la Ciudad de México. 

Es verdad que ambos le deben mucho a AMLO, la jefatura de gobierno, para no ir tan lejos, sin embargo, AMLO también está en deuda con ellos. Cada uno, a su estilo, lo han acompañado de forma abierta y leal, incluso en las derrotas electorales –de 2006 y 2012– que es donde se conoce a los amigos. 

Ricardo Monreal tiene razón en mostrar su molestia y en amagar con propiciar una ruptura o una escisión al interior de Morena. Como político pragmático jugará sus cartas con la intención de maximizar sus posibilidades y beneficios, ya sea en su actual partido, en la alianza opositora o en MC, partido con el que guarda especial cercanía, sin embargo, estirar la liga de más podría ser altamente riesgoso para el zacatecano frente a un presidente que castiga con severidad las traiciones políticas. 

Por otro lado, hay un elemento que molesta especialmente al presidente: a Monreal lo celebra la prensa y la comentocracia antigobiernista y lo cobijan los actores políticos de la oposición porque es menos radical, un factor que jugará a su favor, pero también en su contra. La mayoría del electorado morenista ve con buenos ojos la radicalización de AMLO y de su partido porque ese es, precisamente, el elemento que los distingue de la oposición. 

Si bien, AMLO ha cometido un error, y no es precisamente el de tener preferencia por una o un candidato, sino el de inclinar la balanza a favor de uno de ellos y adelantar los tiempos de la sucesión, la estrategia de Monreal de visibilizarse y convertirse en un mártir de las “causas justas” es muy probable que fracase, considerando que Claudia y Marcelo se quedarán en Morena, pase lo que pase, reduciendo los efectos de su posible salida. 

De esta forma, privilegiando los espacios de la sucesión para su hija y su carnal, el presidente ha optado, desde hace rato, por marginar al tercero en discordia, quizá el más suspicaz y pragmático y el que más problemas le puede dar, cierto, pero también el que menos lealtad le garantiza. Hagan sus apuestas. 

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