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Niñez y seguridad en redes

La pandemia de Covid-19 ha orillado a cambiar la interacción en las aulas por formatos digitales o híbridos; niños y adolescentes de la mayoría de las regiones del mundo se enfrentaron a la necesidad de utilizar dispositivos electrónicos como tableta, computadora o telefonía celular. Con el uso de la tecnología también se incrementan los riesgos de exponer a los menores a entornos que los vuelven vulnerables frente a discursos de odio, violencia digital e inclusive trata de personas y desapariciones.

En México se ha denunciado el incremento de menores en condición de desaparecidos/as. En el caso de adolescentes mujeres las redes se han vuelto un espacio para sustraerlas del hogar mediante engaños y se han difundido casos de niños que fueron contactados a través de comunidades de videojuegos con la promesa de supuestas oportunidades por sus habilidades y destrezas electrónicas.

Es difícil evitar que los menores entren en contacto con las comunidades de videojuegos o que se conecten a las redes sociales, pero es responsabilidad de la familia y de los centros escolares hablar sobre los peligros que representan y las estrategias de autocuidado que deben seguirse para interactuar con mayor seguridad.

Es prudente que los familiares preserven en todo lo posible la identidad de los menores cuando interactúan en redes, evitando compartir sus fotografías con acceso abierto al público y más aún cuando de las imágenes se pueden derivar elementos que permitan identificar a los menores, como el uniforme escolar, centro educativo, fachada del domicilio o modelo y placas de automóvil.

A los niños se les debe explicar que nunca deben aparecer con su nombre y apellido en las comunidades virtuales; tampoco poner su fotografía o compartir datos de domicilio, teléfono, nombre de sus padres o información relacionada con el trabajo de sus familiares y mucho menos los horarios en que la familia sale de casa y que eventualmente podrían estar sin el cuidado de un adulto.

Es deseable contar con filtros y controles parentales respecto del contenido al que tienen acceso los menores; lo ideal es explicar con paciencia mecanismos de autocuidado y mantener una comunicación familiar cercana y de confianza que les ayude a identificar riesgos y a rechazar cualquier mensaje que les invite a alejarse de su hogar.

El trabajo de cuidado de los menores también debe ser responsabilidad de los espacios educativos, maestras y maestros deben estar capacitados para orientar a los niños y adolescentes respecto a los riesgos que implica usar la tecnología en comunidades abiertas. Unicef ha señalado que entre 80 y 94 por ciento de los menores mexicanos entre 12 a 17 años ya tenían acceso a Internet aún antes del inicio de la pandemia y que al menos 25 por ciento de ellos había vivido alguna forma de ciberacoso.

El llamado grooming (acoso y abuso sexual en línea) contra niños y jóvenes por parte de adultos también es un riesgo latente, mediante engaños logran la confianza de los adolescentes para hacerles creer que tienen su misma edad y que pueden confiar, las intenciones van desde lograr imágenes o videos personales que difunden en redes de pederastas hasta encuentros físicos con el menor o privación de la libertad con fines de explotación sexual.

Si bien existen protocolos específicos para la búsqueda de menores y un programa como la Alerta Amber con el propósito de lograr su pronta localización, lo deseable es trabajar a nivel preventivo, en el diseño de políticas públicas y que las autoridades asuman su responsabilidad para garantizar seguridad de forma integral para los niños y niñas de México.

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jl/I