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Política del adversario

Todo ser finito –y la humanidad es finita— que se jacte de ser el valor último, supremo y único, se convierte en un ídolo, sediento de sacrificios sanguinarios

Max Horkheimer

 

La semana pasada expresé mi preocupación por el comunicado de la bancada de Morena en el Senado de la República, en el que declaraban que Andrés Manuel López Obrador es la encarnación de la nación, la patria y el pueblo, y que, por lo tanto, quienes se oponen a él son enemigos.

Al respecto, la advertencia del filósofo Max Horkheimer sobre las consecuencias de ese tipo de pensamiento es muy pertinente, ya que hay muchas personas que consideran que la 4T, sea lo que sea, es el valor último, supremo y único de los “verdaderos” mexicanos. Y quienes asumen esa perspectiva pueden pensar que tienen permiso de “eliminar” a los “falsos” mexicanos. ¿Y cómo los van a identificar? Muy fácilmente, López Obrador se los señala todos los días, con nombre y apellido.

No es raro que Twitter se llene de mensajes de odio en contra de los personajes señalados cada día por el presidente, y si esa dinámica no se detiene, me temo que no pasará mucho tiempo antes de los ataques pasen al terreno físico. Y en ese caso, quien mayor responsabilidad tiene, se excusará diciendo que nunca ordenó eso, negando el hecho de que lo que se dice desde el poder tiene repercusiones muy fuertes en la sociedad. Y quien llegue a realizar el ataque físico dirá que sólo estaba defendiendo el proyecto de la 4T, y que eso justifica todo.

Ojalá me equivoque, y nunca lleguemos a ver eso. Ojalá podamos aprender que en política es bueno que existan adversarios, porque eso nos impide absolutizar algo que es relativo, tan relativo como nuestro punto de vista. La sabiduría popular nos recuerda que todo es según el color del cristal con que se mira. Y con esto no quiero decir que todos los puntos de vista tienen el mismo peso, por supuesto que no. Es claro hay quienes tienen más capacidad para hacer valer sus intereses.

Sin embargo, la persona más poderosa del mundo sigue necesitando de las demás, porque no puede hacer todo, y no puede entender todo. Necesita de quienes ven y habitan el mundo desde otro lado, de sus ad-versarios, de quienes tienen otra versión de las cosas. Ese es el fundamento de la política.

Es decir, cuando nos organizamos para tratar de resolver los problemas que nos afectan de manera colectiva, siempre tendremos la tentación de creer que nuestra perspectiva es la única relevante, y por eso nuestras propuestas son las únicas que debemos llevar a la práctica. Y esa tentación nos puede llevar a cometer errores que resultan obvios para quienes tienen otros puntos de vista.

La política es, entonces, el arte de poner en común la mayor cantidad de perspectivas posibles, para construir las mejores soluciones para todas las personas. Claro que esto no garantiza que no se cometan errores, pero sí puede evitar que nos equivoquemos por no tomar en cuenta cuestiones más o menos evidentes.

La política es fruto de la humildad, de reconocer que nadie lo sabe todo, ni nadie lo ignora todo, y por eso todas las personas podemos aportar a la construcción de soluciones, así que acepta a los adversarios. La idolatría, en cambio, es fruto de la soberbia o del miedo, y no puede tolerar que alguien tenga un punto de vista diferente, y por eso trata de destruirlo.

Posdata: las comisiones legislativas de Derechos Humanos y de Justicia del Congreso de Jalisco deberían citar a comparecer a las autoridades encargadas de la seguridad para que den cuenta de sus avances en la implementación de las leyes sobre desaparición de personas.

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Twitter: @albayardo

jl/I