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Por un mundo verde y morado

Hoy las calles se convertirán en poderosas olas de color verde y morado. Los gritos y las consignas recordarán que en México diariamente se asesinan 11 mujeres, y que, de acuerdo con los registros de las organizaciones feministas, en Jalisco en 2021 fueron asesinadas 245, de las cuales sólo 66 casos se consideraron como feminicidios, y, además, al 4 de marzo siguen desaparecidas 2 mil 682 mujeres en el estado. La ausencia de quienes nos hacen falta y el miedo de que las siguientes podríamos ser nosotras, frente a la impunidad y el silencio, empuja a gritar cada año con más fuerza para exigir que se ponga un alto a la violencia en contra de las mujeres. 

La lucha por romper las estructuras patriarcales que por siglos han oprimido a las mujeres ha tenido grandes avances, pero todavía queda un largo camino por recorrer para lograr la plena garantía de nuestros derechos. Desde una posición de desventaja y vulnerabilidad frente a los desafíos de un mundo basado en desigualdades, aún no existen condiciones para la construcción de una verdadera igualdad de género y respeto a la dignidad de las mujeres. 

Cada día por el hecho de ser mujeres miles son desaparecidas, asesinadas, violadas, acosadas, hostigadas, torturadas, discriminadas o criminalizadas, sin posibilidad de gestar de forma autónoma sobre sus cuerpos. La erradicación de la violencia de género ha sido crucial para la lucha feminista, pero, con rabia y hartazgo, cada año se observa su recrudecimiento. Durante décadas, la violencia contra las mujeres ha enfrentado la indiferencia institucional y social, y la normalización. El Estado, siendo el principal agresor, ha invisibilizado las violencias en contra de las mujeres y no ha brindado respuestas en términos de la verdad y la justicia. Como señaló Marcela Lagarde, “cuando el Estado es parte estructural del problema por su signo patriarcal y por su preservación de dicho orden, el feminicidio es un crimen de Estado”. 

Este 8 de marzo las calles de Guadalajara serán tomadas por miles de mujeres. Se levantarán sus voces en contra del olvido sobre las violencias ejercidas, buscando reclamar sus derechos y desmantelar las dinámicas de opresión. En solidaridad con otras luchas ante el contexto de violencia que predomina en la entidad, al frente de la marcha caminarán familiares de personas desaparecidas, reconociendo la gran valentía de las mujeres que han convertido su sufrimiento en la exigencia por la presentación con vida de miles de víctimas en Jalisco. Es un significado importante para este espacio de movilización y resistencia que une los caminos en la lucha por la vida y en contra de las injusticias que atraviesan a todos los sectores de la sociedad, pero principalmente, a las mujeres. 

El 8 de marzo es también para despertar, replantearnos y sembrar semillas, generando una conversación abierta sobre las violencias que ejercemos y replicamos en nuestros vínculos, siendo parte del sistema patriarcal cuyas reglas nos fueron impuestas y poco cuestionadas. Todas mantenemos las heridas ocasionadas por las estructuras de desigualdad y todas las hemos causado en otras personas en algún momento. 

Formamos parte de un mundo donde se mantienen los incentivos para generar la rivalidad y competencia entre las mujeres, no reconocer una a otra, o constantemente cuestionar los liderazgos de las mujeres, imponiendo estándares de exigencia hacia ellas mucho más elevados que a los hombres y disminuyendo sus esfuerzos, sin pensar en términos de corresponsabilidad, reconocimiento o empatía. 

Las mujeres hemos sido sistemáticamente silenciadas, tal como los abusos en nuestra contra. Hemos sido excluidas o hemos tenido que prescindir de distintos espacios frente al hostigamiento de las personas agresoras y su posición segura desde los privilegios en los mismos. 

En estas fechas es importante cuestionarnos, pero sobre todo apreciar y visibilizar a las mujeres valiosas y valientes que somos y tenemos a nuestro alrededor, apostando a la transformación de nuestras vidas desde nosotras, creando los espacios libres de violencia y demostrando que la reconstrucción del tejido social puede ser feminista. 

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JB