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Escuelas de samba inician la cuenta regresiva

(DETALLES. El trabajo se realiza en pleno centro de Río de Janeiro, a solo un par de cuadras del puerto de la ciudad. Foto: Cortesía EFE)

Mientras los devotos desempolvan vírgenes y crucifijos para las procesiones de Semana Santa, en medio de pinturas y lentejuelas, centenares de creativos de las escuelas de samba ultiman detalles para los desfiles del Carnaval de Río, un espectáculo que, tras apagarse a la fuerza por el Covid-19 en Brasil, resucitará días después de la Pascua en el Sambódromo. 

Cancelados en 2021 por la pandemia y aplazados 2 meses más este año –también por el virus–, los desfiles de las escuelas de samba ansían encontrarse y animar de nuevo a su público, esta vez entre el 20 y el 24 de abril. 

El carnaval se realiza tradicionalmente antes del miércoles de ceniza de la religión católica, para botar la casa por la ventana en medio de juerga y diversión y así poder dedicar luego 40 días de abstinencia en el consumo de carne, alcohol y otros placeres mundanos durante la denominada Cuaresma. 

A menos de 2 semanas del evento, cientos de artesanos, soldadores, carpinteros, diseñadores, costureros, coreógrafos, arquitectos y mecánicos dan los retoques finales a disfraces y carrozas en la Ciudad de la Samba, una labor que Efe pudo constatar, pese a estar resguardada bajo el más estricto sigilo. 

LOS BARRACOES

El trabajo se realiza en pleno centro de Río de Janeiro, a solo un par de cuadras del puerto de la ciudad y en un espacio de 92 mil metros cuadrados, equivalente a unas 14 canchas de fútbol. 

Allí, los equipos de las 12 escuelas de samba del Grupo Especial elaboran en sus galpones los aditamentos que darán “el toque mágico” a los desfiles, considerados el mayor espectáculo del planeta al aire libre por la originalidad de trajes y disfraces, la majestuosidad de sus carrozas y la alegría de su música. 

Ataviados de máscaras, caretas y lentes especiales, algunos dedican horas a soldar metales para elaborar los soportes de las passistas (bailarinas de samba) en los carros alegóricos, mientras que el departamento de pintura se encarga de dar brillo y color a decenas de objetos que adornarán y llenarán de vida los carruajes. 

Del primero al quinto nivel, el movimiento es constante en los galpones, con grupos de personas desplazando piezas gigantes o abasteciendo espumas y lentejuelas para la ornamentación. 

Aunque año tras año esa es la rutina a pocas semanas del carnaval, por estos días esa labor se siente como algo surrealista. 

Y es que son 2 años de espera, pues el último carnaval tuvo lugar en febrero de 2020, pocos días antes de que el famoso coronavirus llegara al país. 

jl/I