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Sombras de prensa libre 

El periodismo es libre o es una farsa 

Rodolfo Walsh, periodista argentino 

 

La libertad de prensa es uno de los valores más grandes de una sociedad sana democráticamente. 

Es así porque los profesionales del periodismo son un látigo en contra de la corrupción y el despotismo, tumores frecuentes del sector público. La prensa también ha sido, históricamente, una herramienta del progreso y una expresión de la cultura civilizatoria. 

Debemos de reconocer que hay avances notables respecto al siglo pasado –todos ellos ganados a pulso por el gremio– pero también hay variadas amenazas desde lo local y lo global. 

La primera y más inadmisible es el asesinato de periodistas. No existe un fenómeno más amargo. Rompe cualquier posibilidad, daña a todo un gremio e impone el silencio. 

Esta situación que antes era excepcional… hoy es cada vez más frecuente. Cuando se mata a un periodista no sólo se pierde una voz, se pierde la certeza. En México van 153 comunicadores asesinados desde el 2000 y hasta marzo de este año, según la organización Artículo 19. Casi siete al año. 

Otras espinas que amenazan la libertad de prensa es la censura y la autocensura. Es multifactorial: por presiones gubernamentales, las más. Por presiones de entidades privadas, muchas. Por presiones de grupos delincuenciales, las más definitivas. Cualquiera que haya editado o escrito una pieza periodística ha enfrentado en su vida profesional alguna de estas situaciones que ensombrecen el oficio. 

La autocensura es un síntoma recurrente. Desde evitarse problemas con fuentes o con los jefes, hasta coacciones directas de grupos delictivos. 

Luego se encuentran los bloqueos o la violencia verbal de algunas de las fuentes. Aquí encontramos los dardos envenenados de AMLO ante todo aquel que lo critique o no le guarde las reverencias propias de su pensamiento único o la intolerancia ofensiva del gobernador de Jalisco que una y otra vez ataca a los trabajadores de los medios de comunicación que hacen investigaciones sobre el devenir de sus acciones. 

En ambos casos, su forma de actuar es apoyada por el asedio digital de los bots o fanáticos. Las redes sociales se han convertido en una intensa pelea de perros en la que desaparecen los matices. 

Ante trabajos de investigación o denuncias de fallas en diferentes áreas de gobierno, la reacción primaria es denostar al medio y cuestionar hasta aspectos personales de quien emite la información. La normalización de la violencia verbal abre el camino a otras violencias. 

El espionaje es otra de las amenazas más consistentes. A través de programas de hackeo, entidades oficiales buscan minar a la prensa obteniendo su información. Psicológicamente es uno de los aspectos que más desgasta a los reporteros. 

El presupuesto oficial a los medios de comunicación es uno de los aspectos más espinosos que existen. Es una herramienta muy poderosa. La tendencia actual es cortar de tajo el dinero para comunicar los servicios o anuncios gubernamentales, sin considerar impacto o ratings. Es evidente el desdén a medios críticos y el apoyo financiero generoso a los impresos oficialistas que entregaron sus primeras planas. 

La crisis de la industria es también una amenaza para la libertad de prensa. Los medios tradicionales han visto cómo se recortan sus ingresos de publicidad y ventas de ejemplares. Los avisos de ocasión están desahuciados. La economía digital avanzó en detrimento de los ingresos de los impresos. 

La polarización social ha provocado una caída significativa en la confianza a los medios tradicionales y por tanto en su consumo. Esto limita la generación de oportunidades para los profesionales del periodismo. 

El 3 de mayo fue el día mundial de la libertad de prensa y hoy no hay mucho que festejar en el “mejor oficio del mundo”. 

Twitter: @cabanillas75

jl/I