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Batman en Guadalajara

Si Guadalajara fuera Ciudad Gótica, Batman la tendría difícil. El Caballero de la Noche está acostumbrado a lidiar con un sistema de justicia corrupto e indolente que favorece a la mafia, pero en la metrópolis ficticia no tienen crisis forense ni de personas desaparecidas. Además, el crimen organizado en esa ciudad está conformado por familias poderosas a nivel local, pero aquí vivimos bajo el dominio de una organización criminal transnacional con células independientes que funcionan como una especie de franquicias del terror y de la muerte. 

Si las batiaventuras se desarrollaran en Guadalajara metropolitana, el Murciélago encontraría que la criminalidad ha tenido tal penetración en la vida social que gran parte de la gente no se atreve a mover un dedo cuando hay un delito, ya sea para ayudar a una víctima o para denunciar el injusto. En eso sí se parecen la ciudad ficticia y la tapatía, porque el delito ha corrompido de tal manera nuestras vidas que se asume como algo cotidiano e inevitable de lo que hay que cuidarse todo el tiempo, de lo que con suerte se puede escapar hoy, un día a la vez, pero todos sabemos que algún día nos tocará. 

Se encontraría también con que los policías prefieren no hacer nada cuando les reportan un delito. Otro punto de comparación válido entre las dos urbes. Tanto allá como acá, los agentes le dan la vuelta a todo lo que implica ser los representantes de la ley ante un delito. En la mayoría de los casos, solamente actuarán si creen que pueden fácilmente lograr una detención que no les quite demasiado tiempo o de la que puedan sacar provecho. 

Las denuncias de hechos de corrupción dan cuenta de recurrentes extorsiones de los policías para dejar libres a detenidos por robos menores u otros delitos simples, al margen del mando y conducción del ministerio público y aun contraviniendo las peticiones de las víctimas de proceder penalmente contra los sospechosos. O sea, les piden una feria para dejarlos ir y les dicen a los denunciantes que no vale la pena formalizar la denuncia, así se evitan toda la vuelta para realizar la consignación, le tumban un baro al malandro, le advierten que no lo vuelva a hacer y hacen como que hicieron algo. Son pocas las imputaciones de ese tipo de casos, pero es una situación mucho más recurrente de lo que parece, considerando que muchos de los agraviados no denunciarán ese tipo de vulneraciones a sus derechos. Al igual que en Gótica, en Guadalajara y sus alrededores, Batman tendría que vérselas con policías que prefieren llevarse una mordida que trabajar por la ley. 

Algo que caracteriza al Murciélago es el tipo de villanos a los que debe enfrentar, la mayoría de ellos personajes desquiciados, criminales con algún tipo de desorden mental que caracteriza su forma de cometer fechorías. Muy probablemente aquí también tenemos maleantes con ese tipo de trastornos mentales, aunque no llegan a ser muy famosos, a menos que se trate de jefes de plaza ligados generalmente a la venta de drogas y algunos otros tipos de ilícitos como actividades secundarias, como extorsiones y secuestros, acaso robos. Los enemigos de esos jefes de plaza suelen ser otros jefes de plaza o rivales en la venta de sustancias ilícitas, a quienes van exterminando cotidianamente como parte de su modelo de negocios. Las investigaciones al respecto también se limitan a los casos más fáciles y se archivan los que implicarían demasiados recursos de procuración de justicia ante la inmensa cantidad de asesinatos. 

Lo que necesitamos no es una némesis de los criminales, sino de acciones sociales e institucionales que transformen la corrupción y la resignación. 

Twitter: @levario_j

jl/I