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La cumbre y la participación de México

Los resultados de la reciente Cumbre de las Américas serán, como normalmente sucede en esos eventos, compromisos a los que los países que forman parte de esa membresía se sujetarán en un futuro, ni muy cercano ni muy lejano. Entre ellos, los relacionados con el capítulo de democracia, que implicarán una buena cantidad de análisis y de posturas, dependiendo de la forma en la que cada país vaya perfilando sus rutas electorales, y a la fuerza y peso en la que sus aparatos institucionales vayan respondiendo a los retos cíclicos que cada país encuentra en su desenvolvimiento político y económico. 

El presidente de México decidió no asistir a esa reunión de jefes de Estado. En la antesala de la cumbre había una posición que podría considerarse como una especie de liderazgo regional y, casi, continental, respecto del tema relacionado con la falta de invitación de tres países con cuestionamientos poderosos en relación con el sistema político, es decir, Cuba, Venezuela y Nicaragua. En las semanas previas a la cumbre, se gestionó ante las estructuras organizadoras de la cumbre un intento para que se invitara a esos países. México condicionó la participación del presidente en la cumbre con el mantenimiento o eliminación de esa posición del gobierno norteamericano. 

Una actividad que no se desarrolló fue el cabildeo mexicano en el ámbito latinoamericano. Lo que sí hubo fue un intenso trabajo de gestión por parte de los norteamericanos en México y el resto del continente. De forma coincidente con el presidente de México, algunos países manifestaron sus puntos de vista. Algunos apoyaron la moción mexicana de generar una invitación a países con claros tintes autocráticos. Uno de ellos, el presidente de Argentina. En el desenlace de las actividades previas hubo algunas ausencias y algunos presidentes que señalaron que no tenían intención de asistir, pero finalmente ahí estuvieron; el presidente mexicano, no. 

El tema de la democracia constituyó un punto de intercambio de planteamientos diversos en las conversaciones entre jefes de Estado latinoamericanos y el presidente de Estados Unidos. La importancia de colocar la perspectiva mexicana correspondía el presidente que envió como representante al secretario de Relaciones Exteriores cuyo efecto, en esta discusión, relevante para un posicionamiento continental sobre el tema, se diluyó al no tener su participación el peso de un jefe de Estado. 

Finalmente, como parte de los trabajos realizados en la cumbre, se llegó a la Declaración de Los Ángeles, cuyo objetivo, entre otros, era la de señalar estrategias comunes para regular la migración. Básicamente, establecieron en la Declaración de Los Ángeles, cuatro pilares fundamentales: “Estabilidad y asistencia; abrir caminos para la migración legal y protección; trabajo conjunto para crear sistemas humanitarios de manejo fronterizo y; trabajar rutas para responder a emergencias”. 

Todos los temas tienen un impacto fundamental en las políticas migratorias mexicanas, y la intervención de nuestro país pasó a un mero nivel técnico por la representación que tuvimos en la cumbre. 

La relevancia de tener un Poder Ejecutivo en nuestro país radica en la importancia de establecer criterios de gobierno para el país y, en su momento, de representarlo en los eventos internacionales en los que se requiere la participación mexicana. Ocuparse de las elecciones de seis estados corresponde a los partidos políticos. Sin embargo, la línea tenue de ser un líder de partido y un presidente de la República, a cuatro años de administración, no ha logrado concretarse, y por lo que se ve, no se diferenciará en el resto de la presente administración que tendrá, precisamente, un adeudo importante, el desarrollo de la administración pública. 

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