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Y sin embargo, se mueve

El camino de la crítica es empedrado. La investigación periodística suele traer conflictos que desgastan la relación entre poder y sociedad. Y sin embargo, se mueve. 

Recientemente he visto como empresas periodísticas se van minando, debilitadas por la crisis económica gracias a la caída de los ingresos tradicionales de la industria. Pero también por presiones gubernamentales que imponen titulares dictados por algún burócrata exultante de soberbia. 

Un sistema de control que todavía no se transparenta. Tarde o temprano se hará. De entrada, los lectores castigan. Tengo un profundo respeto al trabajo de los reporteros y editores de algunos de esos despachos, por lo mismo no diré nombres. Pero los buenos lectores lo saben. 

Los profesionales de la prensa van más allá de las cabeceras donde laboran. Pero también tienen familias y un destino. Hoy el miedo está en su ADN: al desempleo, a una agresión, al desprestigio, a la cancelación, a una desaparición de un propio de la mafia o del gobierno. 

La relación de medios alineados a las instrucciones propagandísticas de la maquinaria de oficinas de comunicación de Alfaro ya supera a más de la mitad de los medios electrónicos y tradicionales de Guadalajara. 

Diariamente veo boletines enviados desde los chats oficiales, cerrados a la interacción. Al siguiente día, leo titulares que van exactamente en el mismo sentido o son un copy/paste de esos grupos. 

A quienes tenemos algunas décadas en el oficio, nos duelen mucho esos espacios que alguna vez fueron ventanales de buen periodismo, de buena crítica. 

El ABC de España publicó una buena entrevista de Fernando Belzunce al nuevo director de The New York Times, Joe Kahn. Ahí expone los principales retos de la Dama Gris y veo, con sorpresa, que puedo reflejarme en ellos: “Estamos permanentemente centrados en impulsar la relación con nuestra audiencia mediante un enfoque constante en el periodismo de calidad, diferencial, que creemos que la atraerá de forma repetida”. 

Desde nuestro terruño, compruebo que es posible. Veo ejemplos gratificantes de periodismo donde la gente se refleja. Todavía hay una ágil relación con estaciones de radio o televisoras que advierten desperfectos en la ciudad o incidentes que afectan la cotidianidad. Cuentas de Twitter que son más expeditas que las autoridades, quienes van tras su estela reparando los males… a veces. 

Aprecio a notables compañeros que desde su propia cuenta revelan cochupos. Se exponen porque lo hacen más allá de la agenda periodística de sus propios medios. Veo proyectos digitales independientes o podcasts que están gestionando maravillosamente historias que retratan las falencias de esta era. 

Leo impresos que muestran su potencial institucional ejerciendo la crítica a través de sus agudas plumas, ya sea de periodistas o de opinadores que muestran corruptelas o negocios desde el gobierno. 

Debemos adaptarnos a la polarización. En palabras de Kahn: “Nos planteamos cómo lograr que nuestra oferta resulte más valiosa para más personas al margen de su punto de vista político”. 

Los grillos saben, desde siempre, que es estratégico el control de la información. El signo de los nuevos tiempos nos trae a la arena digital. Gobernantes como Trump han fomentado el discurso polarizador de las fakenews y de la posverdad. Hoy tenemos a un presidente que blande esas invectivas sin pudor alguno. Si desde el más elevado púlpito de la nación se ataca a la crítica, los demás políticos –sin importar su signo– siguen ese ritmo. 

El futuro de la prensa depende de la confianza de las audiencias, más allá de la coyuntura. Las agendas políticas cambian, las promesas se olvidan, la congruencia le es infiel al poder. Desde ahí podremos decir a los empecinados en ver una sola realidad autoinducida que… Y sin embargo, el periodismo, se mueve. 

Twitter: @cabanillas75

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