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Documentar lo encubierto

Las torturas no son acciones aisladas que tienen consecuencias limitadas y a corto plazo. Son actos que destruyen a las personas, pero también rompen familias y a la sociedad, cuyos impactos pueden extenderse por generaciones

 Si bien en los últimos años se han construido leyes y herramientas para documentar e investigar casos de tortura, en la práctica se han convertido en instrumentos para mantener el estatus oculto e invisible de esta problemática, que incluso el propio relator especial de Naciones Unidas sobre la materia ha reconocido como generalizada a nivel del país.

En el marco del Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de Tortura, conmemorado el 26 de junio, es relevante recordar el significado del Protocolo de Estambul, que ha sido fundamental para contribuir en el acceso a la justicia, verdad y reparación integral en los casos de tortura.

Dicho instrumento internacional fue elaborado por decenas de personas expertas internacionales hace casi 23 años y ha constituido una guía referente a nivel mundial con directrices de carácter jurídico, ético y científico, que orienta el actuar de profesionistas que intervienen en los procesos de investigación legal de la tortura y la documentación de las secuelas físicas y psicológicas que ocasiona.

A partir de su adopción en el 2000, diversos países comenzaron a incorporarlo en sus normativas y procedimientos nacionales, siendo México el primer país en hacerlo. Aun así, esta práctica se ha mantenido escondida e impune, y los avances jurídicos no se han materializado en cambio estructural, igual como ha sucedido con otros instrumentos y recomendaciones a nivel internacional que el Estado mexicano ha aceptado y supuestamente cumplido.

Por años, se han detectado serios problemas en la implementación y uso del Protocolo de Estambul. En muchas ocasiones esta guía se ha reducido a sólo aplicarlo en la elaboración de dictámenes médicos y psicológicos, dejando de lado su uso para la investigación de la tortura.

Además, se ha consolidado la falsa creencia de que es la única prueba mediante la cual se puede corroborar la comisión de tortura, lo que ha llevado a la sobresaturación de las instituciones periciales y el retraso en los procesos de acceso a la justicia, situación evidenciada por Jalisco donde hay el 100 por ciento de impunidad en la materia.

A esto se han sumado las prácticas revictimizantes y estigmatizantes en la elaboración de peritajes, además de que los dictámenes han carecido de exhaustividad, imparcialidad y un enfoque multidisciplinario.

Sin duda, la documentación e investigación de la tortura refleja la cadena de complicidad y convalidación de todas las instituciones involucradas en la tarea de procuración y administración de justicia. Por lo que el uso del Protocolo de Estambul, a pesar de ser una herramienta protectora, ha abonado a encubrir los hechos y silenciar a las víctimas.

A raíz de esta reflexión se ha demostrado una fuerte necesidad de actualizar el Protocolo de Estambul, por lo que recientemente se realizó un proceso de intercambio de experiencias y conocimientos, que culminó en la construcción de una nueva versión del protocolo que será presentada el próximo 29 de junio. En el proceso de revisión se ha logrado incorporar los estándares internacionales más garantistas, considerando la difícil naturaleza de la tortura y la necesidad de otorgar la protección más amplia a los grupos de población que se encuentran en una mayor situación de vulnerabilidad.

La tortura, siendo un fenómeno político, tiende a producir impactos de tal manera que intimida, instaura terror y paraliza a toda la población, al igual que mantiene las estructuras del poder y control existentes. Hasta la fecha las acciones para investigar y frenar la tortura han sido insuficientes y han abonado a su permanencia. La actualización del Protocolo de Estambul representa una nueva oportunidad para nombrar y hacer visible esta práctica, y ojalá su nueva versión revisada sea una herramienta que abone a que los actos que afectan gravemente la integridad y dignidad, ni por acción ni por omisión, se cometan nunca más.

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