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Una semilla para la paz

Como si fueran reporteros, los sacerdotes de la provincia eclesiástica de Guadalajara documentan los problemas serios de inseguridad y de devastación que acontecen no sólo en Guadalajara, sino en todas las regiones y los municipios de los estados de Aguascalientes, Nayarit, Colima y Jalisco. 

Dan cuenta de cómo la violencia generalizada se acentúa en algunos lugares, donde la delincuencia organizada ha tomado prácticamente el control del territorio. 

En otras palabras, están visibilizando la violencia, y sobre todo los rostros y vidas personales y familiares truncadas, y están trabajando las iniciativas que desarrollarán de acuerdo con su contexto y que la prudencia y audacia les permita. 

En las comunidades pastoreadas por la iglesia en Aguascalientes se han dado extorsiones por personas desconocidas que intentan intimidar, por vía telefónica o valiéndose de la piedad popular o de las necesidades de la misma iglesia. 

Los sacerdotes apoyan de acuerdo con las necesidades de la gente, ofreciendo albergues cuando es necesario, o con insumos para alimentación; se siguen suministrando los sacramentos, ya que a través de ellos mantienen viva su fe, y procurando el diálogo con las autoridades civiles municipales, sobre su situación. 

Los habitantes en esos territorios siguen siendo fieles a la fe católica, y siguen confiando en la presencia del sacerdote en la comunidad. Esto favorece puesto que se dejan formar en la conciencia y ellos, a su vez, forman la conciencia de sus hijos sobre todo en cuanto al cuidado y prevención de la delincuencia. 

Los sacerdotes de la Provincia, especialmente en las regiones Costa Norte y Sierra de Amula, Puerto Vallarta, Cabo Corrientes, Mascota, Tomatlán, Ciénega, Valles y los Altos, han confirmado que la inseguridad y la violencia, están presentes de manera cotidiana. 

Las autoridades municipal y estatal son insuficientes para dar seguridad, ya que las policías municipales cuentan con poco personal y pobres recursos, han sido totalmente rebasados y algunos son contratados por la delincuencia organizada. Jilotlán de los Dolores es una de las pruebas de territorio dominado por el crimen organizado. 

En Colima, donde el administrador provisional de la diócesis vacante es el cardenal de Guadalajara José Francisco Robles Ortega, los sacerdotes viven una situación lamentable y triste, ya que tres cárteles se disputan la zona, con muertes casi todos los días. 

Han suspendido las actividades pastorales por la tarde-noche por la situación de inseguridad. Se han documentado y denunciado robos en tres templos, y señalan que la inseguridad se observa más intensamente en la capital, en Villa de Álvarez, Coquimatlán y Tecomán. Los restaurantes cierran muy temprano, y no se puede transitar por la noche. 

En las comunidades de la Diócesis de Autlán, la inseguridad se da con mayor fuerza en el Decanato de Santiago Apóstol, que comprende parte de los municipios de La Huerta, Tomatlán y El Tuito, donde se da la presencia del crimen organizado de manera descarada. Se percibe el miedo constante en la gente de esas comunidades. Uno de los poblados Puentecillos, del municipio de Tomatlán, sufrió el desplazamiento de toda su población. Tuvieron que abandonar todas sus cosas y pertenecías, y sus animales murieron de hambre. 

En este contexto de violencia se está organizando, desde el domingo pasado, la Jornada de Oración por la Paz a la que convocaron tanto el Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús. Se hace presente como una iglesia activa ante la grave problemática de inseguridad; y reclama justicia para toda la sociedad, no sólo para los sacerdotes, religiosos y religiosas asesinadas, y plantea abiertamente la urgencia de abrir espacios de diálogo para ir construyendo la paz. 

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