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Facha

Facha (apócope de fascismo) se titula el libro (Blackie Books: “La perrita era, ante todo, tres cosas: perra, negra y antifascista”) de Jason Stanley, filósofo y profesor de la Universidad de Yale. El título en inglés es Cómo funciona el fascismo. La política de nosotros y ellos. El autor es hijo de padres refugiados de la Alemania nazi. Por ello es natural su interés en los efectos de la comunicación y la política fascistas (antes escribió el texto Cómo funciona la propaganda).

Usa el término fascismo para describir algunos ultranacionalismos, representado por un líder autoritario (el autor declina usar el término populista, aunque con ello describe a los extremismos, tanto de derecha como de izquierda). Considera que las tácticas de la política fascista actual sirven como mecanismos recurrentes para lograr el poder. El autor organiza su análisis de la política fascista en 10 estrategias, veamos:

1. Pasado místico. Se recurre a un pasado glorioso, nostálgico de la historia nacional con la intención de afianzar los principios sustanciales de su ideología: el autoritarismo, la jerarquía, la pureza y la lucha (Trump con su “Make America great again”). Ese pasado mítico añorado se usa para intentar cambiar el presente.

2. Propaganda. La función de la propaganda política es encubrir los objetivos intolerantes de los políticos o de sus movimientos políticos presentándolos como unos ideales de gran aceptación. Según el autor, estos movimientos fascistas llevan liberando al pueblo de las élites corruptas desde hace generaciones. Se difunden falsas acusaciones de corrupción mientras disimulan cuando hacen algo similar: sus campañas anticorrupción ocupan un lugar central en su política.

3. Antiintelectualismo. El fascismo intenta debilitar el debate público atacando y desvirtuando la educación y el conocimiento especializado. No hay debate inteligente pues solo hay un punto de vista legítimo: el pensamiento único. Las universidades, por su búsqueda de la verdad a través de la crítica, se convierten en blanco de los ataques. Se intenta socavar la credibilidad de las instituciones, “hasta que pueda reemplazarlas por medios de comunicación o universidades afines”.

4. Irrealidad. La política fascista suplanta el debate razonado por el miedo y la rabia, lo que desconcierta a la población y crece la desconfianza hacia quienes se acusa de responsables. La repetición constante de mentiras del líder fascista sustituye la verdad sin tener consecuencias: así se aniquilan los espacios de información y se destruye la realidad.

5. Jerarquía. Según los fascistas, la naturaleza impone unas jerarquías de poder y de dominación incompatibles con la igualdad que propone la teoría democrática liberal: en la naturaleza misma existen jerarquías legítimas.

6. Victimismo. Se perciben como víctimas de una sociedad que, en la búsqueda de igualdad, los discrimina con las políticas liberales. La política fascista considera la diversidad multiétnica como contaminante de la pureza nacional para victimizarse de la cultura dominante.

7. Ley y orden. La retórica fascista de la ley y el orden está orientada a polarizar a los ciudadanos en dos bandos: nosotros y ellos.

Las otras estrategias son: ansiedad sexual: ruptura de la familia patriarcal “natural”; Sodoma y Gomorra: se hace una conexión entre el libertinaje urbano y el campo idílico; y “El trabajo te libera”: en tiempos de crisis, el Estado el apoyo es para “nosotros” y no para “ellos”.

Según el autor, estos fascismos se dan tanto en movimientos de derecha como de izquierda, con varias de las características mencionadas.

Twitter: @ismaelortizbarb

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