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Cambios discursivos, pero con los mismos problemas

Los cambios de estrategia en la comunicación de cualquier tipo son siempre importantes, porque el contexto del entorno puede dar variantes relevantes que modifiquen el ritmo y sentido de lo que se pretende informar. Eso fue lo sucedido con el mensaje presidencial del 16 de septiembre en el que, originalmente, se trataría, como se señaló en el julio pasado, de un mensaje de respuesta para defender la soberanía nacional frente a los Estados Unidos y Canadá, que dentro de los acuerdos firmados por nuestro país, los socios del TMEC requerían información de México en relación con el tema de comercialización y tratamiento de energías, que el Ejecutivo interpretó como una invasión a la soberanía de nuestro país.

De igual forma, el presidente de nuestro país señaló que plantearía, algo que ya es un hecho tramitado, el pase de la Guardia Nacional bajo las órdenes de la Sedena, que se trataba de un tácito reconocimiento del fracaso de las políticas de seguridad establecidas por la presente administración, pero que, por otra parte, y aparte de casi un siglo de separación, incluye a las Fuerzas Armadas en varios frentes de actuación civil; de forma que, de acuerdo con la tendencia que ha establecido la presente administración, los proyectos en los que intervienen la autoridades militares se tratan de “seguridad nacional”. Lo que convierte a sus intervenciones en acciones sin posibilidad de informar sobre sus contenidos, lo que las lleva a un ejercicio de gran opacidad.

En lo relacionado con el belicoso anunciado mensaje hacia los socios del norte, no hubo mención alguna. En los días anteriores al desfile, una comisión norteamericana se dio cita con el presidente y altas autoridades y empresarios mexicanos. El secretario de Estado, Antony Blinken; la secretaria de Comercio de Estados Unidos, Gina Raimondo, y el representante comercial adjunto de EU, Jayme White, junto con otros altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos, se reunieron con sus homólogos mexicanos, el 12 de septiembre. La Presidencia de México no señaló en ningún momento la profundidad de las negociaciones anticipadas y, desde luego, la presencia norteamericana en la antesala del desfile marca el tono con el que fue recibido en Estados Unidos el mensaje presidencial de julio. De forma que el trabajo y relación con los socios del norte no es el mismo que el que tiene el Ejecutivo con la Cámara de Diputados.

La iracunda respuesta presidencial frente a la petición de consulta no tomaba en cuenta que las cláusulas del TMEC asientan que las inversiones entre los tres países tienen como marco jurídico la ley vigente al momento de la firma y que las condiciones no pueden cambiar. De hecho, es un acuerdo que el gobierno de AMLO firmó, motivo por el cual las empresas solicitan una consulta, ya que el nuevo marco jurídico las coloca en posición de desventaja. De manera que el peso de una confrontación directa con Estados Unidos y con el tema de seguridad en una situación muy frágil, junto con las negociaciones realizadas por el gobierno norteamericano con México, transformaron el discurso mexicano del 16 de septiembre en uno extraño y sin un sentido preciso, salvo el hecho de intentar despresurizar los puntos de calificación negativa que tiene la administración.

El tema de la violación constitucional respecto de ingresar a la Guardia Nacional al poder militar, cuando la Constitución señala con claridad que debe ser un mando civil, lo retomaron las Fuerzas Armadas con una pirueta mediática señalando que el mando lo tendrá el jefe del Ejecutivo. Sin embargo, esa salida a través de declaraciones no resuelve las instancias jurídicas y las contradicciones que implican las acciones de mayoría de partido en la Cámara de Diputados. Un grave y complejo problema se avecina con la profunda militarización del país, que no se sabe si es lanzar hacia adelante el problema, es decir, un complejo asunto para la próxima administración.

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