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Emociones: todas funcionales

Las emociones son respuestas que generan cambios tanto internos (químicos y eléctricos) como externos (gestos, postura y acciones) que nos permiten tener adaptación y comunicar nuestras necesidades. Es común que las personas tengamos la expectativa de sólo experimentar emociones agradables y rechacemos las desagradables; sin embargo, todas las emociones nos sirven, es decir, son funcionales para algo.

Así tenemos que el miedo es una emoción primaria necesaria para sobrevivir, ya que nos permite medir los riesgos en donde nuestra vida y seguridad se vean expuestas, mientras que el enojo favorece el establecimiento de límites y la defensa de nuestros derechos básicos; sin el enojo los otros nos sobrepasarían y terminaríamos lastimados.

También es funcional la tristeza, que está diseñada para guardar energía: es una pausa que invita a la reflexión y a la solución de problemas; además, lanza una señal de ayuda al mundo para que nos acompañen, nos cuiden y nos den soporte.

El desagradado o asco es otra emoción primaria que tiene como función desarrollar un criterio y definir nuestras preferencias. Gracias a esta emoción sabemos que nos gusta y que no, y más adelante contribuye a definir la personalidad de cada individuo.

Algunas otras emociones que no se consideran primarias, pero que también tienen una funcionalidad son: el arrepentimiento, que está diseñado para corregir errores; la frustración, que nos detiene y nos ayuda a replantearnos el camino cuando las cosas no salen como deseamos y, por último, la decepción, que ilumina cuando se ha caído en idealizaciones irracionales y nos aterriza en lo que es real y humano.

Después de más de 20 años de experiencia clínica, he llegado a la conclusión de que la salud estaría sumamente fortalecida si en la educación básica se incluyera una materia de psicoeducación emocional donde se normalice sentir, se valide y se enseñe a regular las respuestas emocionales.

Imaginemos un mundo donde las personas no neguemos, tratemos de distraer o intentemos parar o huir de lo que sentimos. Habría muchas problemáticas que se solucionarían, no se recurriría; por ejemplo, al abuso de sustancias para evitar las emociones desagradables, porque se tomarían como naturales, normales y esperadas en el curso de la vida, porque eso es lo más realista que podemos aceptar: en el transcurso de nuestras vidas experimentaremos tanto emociones agradables como desagradables, en un ir y venir de ciclos sin regla alguna.

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jl/I