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Espejismo

Hace años partí un domingo con varios amigos a una excursión por las faldas del Iztaccíhuatl. Llevábamos como objetivo la tarea de subir hasta las primeras nieves en el cuello de la majestuosa Mujer Dormida y regresar en una sola jornada.

El ascenso era tarea difícil, ya que, además de la distancia, había en el camino subidas muy empinadas y cubiertas con arena volcánica en las que las botas se hundían, lo que hacía muy pesado cada paso, la tumba burros le llamaban a esa ruta.

Subimos siguiendo el tubo de desagüe del deshielo hasta la represa, de ahí por la tumba burros hasta el siguiente refugio y de ahí al cuello de la montaña con forma de mujer y alcanzamos sus nieves.

Llegamos muy cansados por el esfuerzo y, de bajada, tuvimos la mala idea de rodear en vez de seguir el camino directo pero empinado, topándonos con los contrafuertes de la montaña, uno tras otro, hasta que caímos en cuenta de que estábamos perdidos.

Anocheció y después de un rato decidimos acomodarnos en una pequeña explanada para descansar y, estando ahí tendidos, vimos de repente unas potentes luces que se movían de un lado al otro y de arriba a abajo, como escaneando la zona. No se escuchaba sonido alguno, sólo se veían aquellas potentes luces que daban claridad a toda la ladera de la montaña.

Dado lo extraño de la situación, acordamos que se había tratado de un espejismo porque a aquellas horas, sin caminos para ningún tipo de automóvil y sin ruido alguno, no podía ser más que una mala pasada del agotamiento y que nos habíamos sugestionado unos a otros.

Durante el gobierno de Enrique Alfaro se desconocieron dos crisis: la forense que existía desde el sexenio de Aristóteles Sandoval y la de desaparición de personas. De la primera, recordamos el escándalo de los tráilers de la muerte, remolques refrigerados en los que se ampliaron los congeladores del forense y que circulaban con su macabra carga por toda la ciudad. Crisis que persiste hasta la fecha por la falta de recursos, humanos, materiales y presupuestales, para agilizar los trabajos del Semefo y desahogar su ocupación.

La de desaparecidos fue flagrantemente negada por Alfaro y su gabinete. Maquillaron las cifras y dejaron de compartirlas con las instancias federales para corromper la estadística. Simplemente desconocieron el problema, asegurando que no había crisis alguna. Alfaro se negó a recibir y dialogar con los colectivos que se fueron organizando por los ciudadanos que tenían familiares que no volvieron. Alfaro llegó al extremo de asegurar que los ausentes se habían ido por su voluntad.

Para el gobierno, los desaparecidos han sido como un espejismo colectivo que, excepto la autoridad, todos ven: las víctimas, sus familias y muchos ciudadanos que percibimos claramente cómo se va agravando el problema día a día.

Con la llegada de la nueva administración las cosas parecen ir cambiando. Pablo Lemus ha tomado el tema en serio y se ha acercado a los colectivos y familiares de las víctimas. Recientemente instruyó al fiscal para retomar la alimentación del Sistema Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas para actualizar la estadística federal, aunque su instrucción parece haber caído en oídos sordos.

Esperamos que el asunto evolucionará hacia la transparencia y una solución definitiva.

Así sea.

X: @benortega

jl/I