INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Un retrato del ‘Tata’ Lázaro en Barcelona

Una anécdota familiar puede ayudar a comprender mejor que nada la historia de los pueblos. No exagero. El lector puede darse cuenta de ello.

Para empezar, tenemos que retroceder hacia los años cuarenta del siglo pasado y situarnos en una pequeña ciudad marítima catalana cercana a nuestra capital, Barcelona. Ahí residía una familia víctima del sistema de terror impuesto por el general Franco. El padre había luchado en las filas del ejército republicano contra el fascismo hasta las postrimerías de la guerra, cuando cayó prisionero de su enemigo.

Sobrevino entonces un largo y trágico periplo por diversos campos de concentración que le marcó para el resto de su vida. A pesar de todo, sobrevivió y pudo volver a su hogar, donde, derrotado y humillado, empezó a rehacer su vida.

Fueron legiones los republicanos españoles que padecieron una situación similar. Pero también hubo quienes pudieron huir en el último momento y encontraron la ayuda y la solidaridad de un gran país en verdad amigo, como fue el México del general Lázaro Cárdenas. Éste los acogió con los brazos abiertos y les regaló un futuro.

En la nación de ustedes fue donde recaló un amigo y compañero de armas de nuestro protagonista. Creo que acabó sus días ahí siendo un mexicano más, pero siempre manteniendo contacto epistolar con su compadre catalán. En una de las primeras cartas que le escribió, le refirió la maravillosa acogida que les había dispensado el gobierno y el pueblo mexicano.

En la misiva añadía la fotografía de un militar y la acompañaba con las siguientes palabras: “Posiblemente no le conozcas (no era época de información global), pero este hombre es el Tata Lázaro. Gracias a él, hemos salvado la vida”. Nuestro republicano, quien hubo de sufrir la represión franquista durante casi cuatro décadas, ¿qué hizo después de recibir esas noticias? Agarró el retrato, lo enmarcó y lo colgó en la pared del comedor de su casa conjuntamente con los de la familia.

Pasaron los años y se sucedían las generaciones de la parentela de aquel soldado vencido; pero, siempre, al lado de todos ellos estaba aquel presidente de un país lejano que representaba la libertad que les habían arrebatado. Lázaro Cárdenas era uno más de la prole.

Un buen día, ya adulto, uno de sus nietos, para quien la imagen del presidente mexicano formaba parte de la cotidianidad cuando visitaba la casa del abuelo, le pregunto: “¿quién es este señor que está al lado de nuestros antepasados?” Entonces, ese viejo luchador por la libertad de nuestro pueblo le explicó esta historia que les acabo de narrar.

Conocí este maravilloso relato por boca del propio nieto hace un par de meses. Hoy, este hombre es un gran conocedor y amigo de México, al que viaja con mucha frecuencia. Si me he decidido a relatar este hecho es porque explica la deuda colectiva pendiente que tenemos los catalanes con el señor de la foto, misma que con su país y que no sé si algún día llegaremos a pagar. Espero que, al menos, estas líneas mías colaboren a ello.

Dedico estas líneas a Josep M. Murià i Romaní, quien también empuñó las armas contra el fascismo y también salvó su vida gracias al “señor de la foto”.

jl/I