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Criba

Falta menos de un mes para las elecciones de todos los cargos posibles de ser votados en este país y yo, de verdad, desde el fondo de mi corazón y mi razón, no sé por quiénes voy a sufragar.

Pensar en que tengo que elegir a las personas que quieren ocupar la Presidencia de la República, el Senado, la Cámara de Diputados, la gubernatura, el Congreso local y la presidencia municipal es agobiante.

Pero me he dado cuenta estos días, cuando ha salido a cuento en las típicas conversaciones de amistades o familiares, que ni siquiera conozco por completo las opciones que tengo.

Y siento que no es porque no tenga interés.

¿Cómo es posible que, trabajando en un medio de comunicación, teniendo redes sociales, leyendo con frecuencia a las y los opinadores del caso, siendo una persona que está seguramente más informada que el promedio, no sepa siquiera quiénes son las personas que buscan ocupar un espacio, por ejemplo, como diputados federales del distrito 8?

Tras pensarlo y reflexionarlo he llegado a una especie de conclusión parcial. Es precisamente tanto el ruido que corre por todos lados, entre el que va la información real y concreta, que llego a un punto de agobio y hasta de bloqueo natural que ya no me permite procesar o colar lo que es relevante de entre toda la pedacera.

Candidatos y candidatas haciendo videos ridículos en los que bailan o cantan su jingle del caso, publicaciones vanas en colores llamativos, peleas en redes sociales en cuentas que en realidad manejan sus equipos de campaña, contenido hecho de frases pegajosas y repetitivas que no tienen sustancia. Todo llega a mí (y a muchos) sin filtros, como agua sucia, como aquella analogía de los mineros que ciernen en los ríos kilos y kilos de arena para conseguir unos gramos apenas de algún metal precioso, sin éxito.

Estas elecciones son en las que más información hay alrededor, pero menos informada me siento. Y estoy segura de que no soy la única. Y estoy segura de que no somos pocos.

Apenas hace una semana supe quiénes quieren ocupar la diputación estatal de mi distrito y hallarlos me llevó más de cinco clics en diferentes páginas de Internet. No tengo idea de los candidatos a diputación federal. De las fórmulas del Senado, conozco a los aspirantes porque ya los ubicaba de antes, por sus carreras políticas. Sé quiénes quieren ocupar la alcaldía de Guadalajara y sé quiénes, la Presidencia de México.

Los cientos de videos o de datos o de notas o de spots o de lonas a los que estamos expuestos no parece que me estén ayudando a tener la claridad que quisiera, a la que aspiro para poder decir que me enfilo a votar segura de mi decisión, en ese micromomento en el que marcas una boleta y, nos dicen, ayudamos a definir el rumbo del país que queremos en conjunto.

Soy aquella mujer que votó por primera vez cuando el PRI perdió sus años de dominio en la Presidencia, por Fox; soy esa mujer que votó en una casilla especial en Colima por Calderón y casi de inmediato se arrepintió de haberlo hecho, pero la boleta ya estaba en la urna; soy esa otra mujer que votó por López Obrador porque le parecía que era el mejor momento para que lograra ser presidente; soy esa mujer que votó por Meade porque no le cabía en la cabeza que López Obrador quisiera, por tercera vez, ser presidente.

Y a pesar de haber optado por candidatos tan distintos y por diferentes motivos cada vez, ahora me siento más perdida que nunca en 24 años.

Extraviada.

X: @perlavelasco

jl/I