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Educación en Palestina

Es muy doloroso ver los niveles de violencia y muerte en este nuevo episodio de la prolongada guerra en Palestina.

Algo que me inquieta son los aplausos que dan ciertos sectores de la ciudadanía de Israel a los bombardeos de su gobierno contra la población de Gaza. Hay quienes incluso los exigen como venganza tras la incursión de Hamás contra personas civiles, un hecho de violencia extrema que también ha sido festejado por algunos sectores de la población palestina.

¿Cómo puede ser un motivo de festejo la muerte de civiles de uno u otro bando?

Las causas históricas de este conflicto son muy complejas y me gustaría poner la atención en un solo elemento que no explica todo el trasfondo, pero sobre el que hay que reflexionar: la educación.

Un momento clave de este conflicto fue cuando, a finales de 1947, la ONU tomó la fallida resolución de terminar el mandato británico que administraba el territorio palestino desde 1922 y partirlo para crear dos Estados independientes: uno árabe y otro judío.

Entre los elementos que tuvo a su disposición la ONU para tomar la resolución está el memorando enviado por el gobierno de Gran Bretaña el 18 de agosto de 1947: “La historia política de Palestina bajo administración británica”.

Es un documento que narra la historia del conflicto desde el punto de vista del gobierno extranjero de ese momento y explica muchos de los orígenes de la tensa situación que prevalecía justo antes del comienzo de las guerras declaradas y la intensificación de la violencia en Palestina (el documento puede consultarse aquí: https://acortar.link/6k2L6C).

Sobre la situación educativa, el gobierno británico reconoció que existía una discrepancia en las oportunidades para las dos comunidades. Mientras las escuelas árabes dependían de fondos públicos, hasta 85 por ciento del financiamiento de las escuelas judías eran aportaciones privadas, incluyendo recursos del extranjero.

Esta independencia financiera de las escuelas judías generó que la educación primaria fuera casi universal para esta comunidad, mientras los planteles árabes atendían a menos de la mitad de las niñas y niños, con una diferencia profunda en los contenidos.

Desde el jardín de niños se enseñaba hebreo en las escuelas judías, se promovía el orgullo por la historia judía y la educación giraba en torno a la creación del llamado “Hogar Nacional” como un logro exclusivo de y para los judíos.

Pero la comunidad judía compartía su vida con la población árabe, por lo que el gobierno británico criticó que sólo se enseñara un poco de lengua árabe en las secundarias judías: “Es totalmente insuficiente mientras el resto de la enseñanza esté inspirada por un objetivo puramente judío y no palestino”.

Aunque la enseñanza en las escuelas árabes era parte del sistema gubernamental, contrario al esquema particular judío, también había un marcado carácter nacionalista en la educación. Se centraba en la lengua y tradición árabes, sin enseñanza del hebreo y muy poca historia judía.

Cuando desde la niñez se desconoce la historia de las comunidades vecinas, lejos de lograr una hermandad es fácil generar odio hacia el otro. Cuando hay desconocimiento, las posibilidades de lograr la paz se minimizan, mientras la demonización de las otras personas, su despersonalización, abre la puerta a la justificación de la muerte y a la condena de toda una población.

Tal como me recordó mi amigo Álex, en el último discurso que escribió el subcomandante Insurgente Marcos en 2014 se nos regalan unas palabras que resumen mejor el punto central de mi reflexión: “El que no entiende, juzga; y el que juzga, condena”.

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