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Discursos de odio, poder y violencia

La educación es un antídoto contra la enorme propagación de discursos de odio en las redes sociales o fuera de ellas. Quienes los difunden pierden credibilidad, legitimidad y autoridad. Una escucha y/o lectura crítica de tales mensajes conduce a desconfiar del contenido y de su autor o autores. Es preferible identificar, denunciar, desarticular o hacer a un lado los textos o imágenes que atentan contra los derechos humanos y la paz. Gran parte de la comunicación cargada de ira la utilizan grupos políticos de todo talante, incluidos los criminales que buscan aumentar su poder territorial, ideológico, económico, armado y político. 

Los discursos de odio son una de las manifestaciones de la violencia en el mundo, y de la violencia política y la crisis de derechos humanos e inseguridad en México. Los propagadores tienen como objetivo desacreditar a los enemigos, amedrentarlos, acosarlos o sembrar dudas y miedo en sus seguidores. La comunicación violenta es una de las formas de la lucha por el poder, sin ética, ni respeto a nada, ni a nadie. 

Las oleadas permanentes en Jalisco y México de discursos de odio en las redes y fuera generan las condiciones para que se transite a hechos más agresivos; a que los ataques escalen hasta los homicidios. Su uso en estrategias políticas y electorales, en controlar espacios de poder, es deleznable. ¿Cuántos crímenes tienen detrás, como basamento ideológico, diatribas justificadoras? 

Los constructores de narrativas de agresión son violentos, intolerantes, que convierten en la última verdad su percepción del mundo. Sin paz interna, difícilmente puede promover la paz externa. Su lenguaje es instrumento de guerra contra quienes piensan, actúan o sienten diferente. 

Los calificativos o estereotipos dañinos no son neutrales, porque quien los profiere no es neutral. El violento, la violenta, ve en otros lo que posiblemente no quiere ver de sí mismo o misma. Es incapaz de admitir que es un transgresor(a) de derechos. Escupe su infierno y lo vomita. Los generadores de violencia en México son también generadores de comunicación violenta, un fenómeno poco estudiado. Poder, comunicación y violencia o paz van juntos. 

El odio no procesado saludablemente es un veneno que corroe cuerpo, mente y espíritu. Que enferma. El que violenta la dignidad de otros con discursos agresivos, corre el riesgo de atizar en su contra la violencia. Lo acabamos de comprobar en Estados Unidos con el influencer asesinado. El fuego puede quemar a quien lo enciende. 

Aunque no existe una definición universal de los discursos de odio, la ONU propone una, a debate: son "cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita –o también comportamiento– que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son, en otras palabras, basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad". 

Señala que un discurso de odio se puede materializar en cualquier forma de expresión, incluidas imágenes, dibujos animados o ilustraciones, memes, objetos, gestos y símbolos. En si discriminan, también, a quienes son de otra ideología política o denuncian a quienes se imponen por la fuerza del poder ilegal. 

Las guerras por el control del poder en México van acompañadas de discursos violentos. Y eso sigue generando violencia. 

X: @SergioRenedDios

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