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Desde que tenía 12 años, el aracnólogo alemán Peter Jäger es fan de David Bowie. “Era mucho más que un gran cantante”, declara el científico, entristecido por no haberlo conocido en persona. Sin embargo, su nombre quedará siempre unido al del artista británico: en 2008 llamó a una nueva especie de araña en honor a su ídolo.
El artrópodo Heteropoda davidbowie, una araña con grandes dotes de cazadora y brillantes pelos amarillos que vive en Malasia, Singapur e Indonesia occidental, difícilmente hubiera logrado mantenerse en la cima de la popularidad con otro nombre.
“Dar nombres sexis a las nuevas especies es mucho mejor que esconder nuestra ciencia en la torre de marfil”, manifiesta el investigador del Senckenberg Research Institute de Fráncfort, que ha descrito ya unas 300 nuevas especies de arañas, muchas de las cuales han adoptado nombres en honor a personas, la mayoría otros aracnólogos.
Para él, darles un nombre original es su forma de concienciar sobre sus amenazas.
Desde que en 1753 el botánico Carlos Linneo estableciera el sistema binomial de nomenclatura en su libro Species Plantarum, la denominación científica de especies ha servido para mucho más que para describir a una especie.
Después de confirmar que el animal o planta (o sus restos fósiles) corresponde a una nueva especie, la asignación de un nombre se convierte en una de las tareas más delicadas. Consta de dos palabras: la primera menciona el género al que pertenece –suele ser un nombre clásico adoptado por romanos y griegos– y la segunda refleja las características concretas de la especie.
“Muchos de los nombres que constituyen la segunda palabra tienen un origen clásico; otros describen colores, formas o tamaños; otros son geográficos, algunos hacen referencia al hábitat e incluso a la fenología de la especie”, detalla María Teresa Tellería, micóloga en el Real Jardín Botánico de Madrid. Sin embargo, no todos siguen este esquema.
“Un simple nombre científico no te hará ganar ningún reconocimiento. Por eso, de vez en cuando, pienso en nombres pegadizos y que lleven un mensaje”, recalca Jäger. Pero él no fue el primero en tener esta idea: el puesto de honor lo ocupa el propio Linneo.
“Se sabe que no profesaba un especial cariño al naturalista francés George Louis Leclerc, conde de Buffon, y quizá por ello bautizó al sapo europeo como Rana bufo (que después se llamó Bufo bufo), con todas las connotaciones que esto puede llevar consigo”, explica Tellería. Sin embargo, Matthew Cobb, profesor de Zoología en la Universidad de Mánchester, explica que esta hipótesis está cuestionada: “El naturalista sueco simplemente utilizó la palabra latina para sapo: bufo”.
Además de los tributos personales, entre los nombres de las más de 1.5 millones de especies descritas los investigadores también se atreven a mencionar composiciones musicales o incluso personajes de dibujos animados o de ficción.
Es el caso del biólogo Dennis Desjardin, científico en la Universidad del Estado de San Francisco, que describió en 2010 a dos pequeñas especies de setas de selvas sudamericanas a las que denominó Mycena luxaeterna y Mycena luxperpetua. Ambos nombres no sólo hacen referencia a su bioluminiscencia, sino que también están inspirados en sendos movimientos del Réquiem de Mozart.
Un año más tarde, el científico publicaba en la misma revista la descripción de un hongo de unos 10 centímetros de ancho y 7 de alto de las selvas tropicales del Parque Nacional de Bukit Lambir (Malasia). Su principal característica, única para los biólogos, es que, una vez estrujado para escurrir agua, el hongo vuelve a su tamaño y forma originales, como hacen las esponjas de verdad.
Su nombre Spongiforma squarepantsii se adoptó por Bob Esponja (llamado en inglés SpongeBob SquarePants) por su aspecto y por liberar un olor afrutado, que recuerda a la casa en forma de piña del famoso dibujo animado. Aunque en un primer momento los editores de la revista rechazaron tal denominación por considerarla “demasiado frívola”, los autores insistieron para llamar la atención sobre la biodiversidad de las selvas con este original nombre.
En España, los científicos también juegan con las palabras. Recientemente, un equipo liderado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales ha denominado Xenokeryx amidalae a un nuevo rumiante extinto, mezcla de ciervo y jirafa, que vivió en Cuenca hace 16 millones de años. Su parecido con el peinado de la reina Amidala en la saga Star Wars hace que este ungulado, que pertenecía a un grupo que compartía un ancestro común con las jirafas, cobre mayor protagonismo.
Entre las historias que encierran los nombres de especies sin duda destaca la de Baretia bonnafidia. Este pequeño árbol fue descubierto por el naturalista francés Philibert Commerson (1727-1773), que viajó en la expedición francesa comandada por el explorador Louis Antoine de Bougainville que dio la vuelta al mundo de 1766 a 1769. El nombre de la planta, que presenta caracteres sexuales dudosos, estaba dedicado a Jeanne Baret (1740-1807), una pionera de la botánica que tuvo que disfrazarse de hombre.
Fue la primera mujer que circunnavegó el planeta, pero como las normas navales de la época prohibían la presencia de féminas a bordo, Baret tuvo que vestirse de hombre. “Estaba relacionada con Commerson, así que, al conocer que este había sido elegido como botánico de la expedición, se enroló en ella y, con atuendos masculinos, le acompañó y trabajó con él durante casi tres años”, explica Tellería.
Sin embargo, el nombre de la planta que intentó dedicarle Commerson a Baret nunca se confirmó, ya que investigaciones posteriores demostraron que la especie pertenecía a otro género.
Hubo que esperar hasta 2012 para que una nueva especie rindiera homenaje a esta intrépida mujer. A la vuelta de un viaje de recolección de nuevas plantas en Perú, el científico Eric J. Tepe, de la Universidad de Cincinnati, en busca de nombres y cautivado por la fuerza, persistencia y pasión de la botánica francesa, le dedicó Solanum baretiae.
Teniendo en cuenta el número de especies que todavía quedan por encontrar, otras muchas hubieran podido homenajear a Baret y a otros científicos que han quedado en el olvido. Pero algunas desaparecen antes incluso de ser descubiertas. “La naturaleza a nuestro alrededor está en declive y, por lo tanto, también lo está la taxonomía”, lamenta Peter Jäger, a quien aún le queda una ardua tarea en su laboratorio: identificar y nombrar unas 500 arañas que posiblemente sean nuevas para la ciencia.
Planta
Solanum baretiae es originaria de una zona entre Ecuador y Perú, con hojas muy cambiantes que recuerdan a la mujer que se vestía de hombre
Ejemplos
Algunos nombres hacen referencia a problemas que enfrenta la humanidad: Heteropoda zuviele (demasiado en alemán) o Heteropoda homstu (en latín idiota)
FV/I