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Adiós al rastro

Desde 1984, hace 40 años, operaba el rastro de Tonalá en la cabecera municipal. La semana pasada, el pleno del ayuntamiento aprobó su cierre definitivo y buscará un nuevo espacio, lejano a zonas pobladas, para el sacrificio de animales. Una decisión que ojalá se dé pronto en Zapopan.

El rastro tenía muchos años de operación con incumplimiento de las normas ambientales y de salubridad, pero fue la presión social lo que obligó a la autoridad municipal a cerrar el espacio.

Los malos olores que despedía el rastro y la sangre que en muchas ocasiones terminaba en las alcantarillas y calles del centro tonalteca fueron algunos de los reclamos durante las manifestaciones.

También se sumaron a la presión estudiantes de la Universidad de Guadalajara, pues la preparatoria está a unos metros de las instalaciones que ya no volverán a operar.

El servicio público que prestan los rastros es una función constitucional de los municipios, y son un verdadero problema en el Área Metropolitana de Guadalajara, tal como ocurre con otras obligaciones municipales como el agua potable o la disposición final de residuos.

Otro punto que requiere la atención de la sociedad está en Zapopan.

Sobre la avenida La Grana, atrás de Plaza San Isidro, se encuentra un rastro municipal que también es un dolor de cabeza para quienes habitan en sus alrededores.

Hay colonias densamente pobladas en la zona, como Bosques del Centinela, La Joya o San Isidro, además de instalaciones de la Universidad de Guadalajara donde diariamente toman clase miles de estudiantes. Está el Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA) o las oficinas de la Federación de Estudiantes Universitarios, adonde ocasionalmente llegan los malos olores del rastro, pero lo padecen especialmente alumnos y alumnas de la Preparatoria 10, que para su mala fortuna han tenido que normalizar el aprendizaje de matemáticas o química con el estómago revuelto por un leve olor a podrido, especialmente en tiempos de calor y a tempranas horas de la mañana, y con los nada agradables sonidos de agonía que sueltan cerdos y otros animales al momento de ser sacrificados.

Además, vecinos aseguran que el rastro, ocasionalmente, arroja desechos al cauce del arroyo sin nombre que pasa junto al rastro y atraviesa muchas colonias antes de descargar en el río Atemajac.

Ciertamente, el rastro de Zapopan llegó antes que las escuelas, centros comerciales y fraccionamientos. La mala planeación de la ciudad, el crecimiento descontrolado y el beneficio de unos cuantos llevó a que la ciudad creciera alrededor de una infraestructura municipal para matar animales. Tampoco es menor la inversión que se requiere para mover el rastro a un lugar sin pobladores cercanos. Pero el problema requiere soluciones urgentes y acuerdos políticos de fondo.

Por cierto, volviendo a Tonalá, será importante dar seguimiento a la propuesta que analiza el ayuntamiento sobre la creación de una asociación público-privada para operar el nuevo rastro con la empresa Valor en Alimentos Kárnicos.

Pues son hermanos del alcalde morenista Sergio Armando Chávez Dávalos tres de los accionistas de esa empresa: Francisco Javier, Lorena Guadalupe y Moisés Alejandro Chávez Dávalos.

Pero más allá de eventuales inversiones, negocios y posibles conflictos de interés en torno al nuevo rastro tonalteca, el cierre del viejo rastro de Tonalá es una buena noticia para el medio ambiente, estudiantes y habitantes. Esperemos que pronto lleguen las buenas noticias, sin privatización ni corrupción, también a Zapopan.

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