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Estudiantes expresan posturas diversas sobre la movilización universitaria

Foto: Especial

La movilización estudiantil en la Universidad de Guadalajara (UdeG) abrió un escenario complejo donde conviven demandas, resistencias y dudas. Los centros universitarios de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI), de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA), y de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD) han sido el epicentro de un paro que exige la eliminación del Consejo General Universitario (CGU), la destitución de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), mayor seguridad y mejoras en infraestructura y condiciones administrativas.

Aunque la protesta ha recibido apoyo de estudiantes de las universidades autónomas de Baja California Sur y la Autónoma de México (UNAM), al interior de la UdeG los posicionamientos muestran una diversidad de matices.

En CUCEI, Danna Acuña considera que la movilización es una respuesta legítima frente a un sistema universitario que ha dejado de escuchar a su comunidad. En su opinión, lo que piden las y los estudiantes no son privilegios, sino lo mínimo indispensable que debería garantizar la universidad: seguridad, representación digna y calidad educativa. “Es triste porque yo misma participé en marchas por el presupuesto, en la defensa del museo de ciencias ambientales o en campañas de vacunación de la UdeG; siempre aposté por la institución, pero hoy siento que la misma universidad nos da la espalda. Siempre voy a apelar por defender los derechos de la comunidad, incluso de la misma institución” explica.

Desde CUCSH, Danae observa el movimiento con una mezcla de confusión y fortaleza. Relata que la toma del centro le recordó que la universidad no se limita a ser un espacio de aulas, sino un territorio vivo donde se gestan resistencias y esperanzas. Reconoce haber participado tanto en espacios autónomos como en la FEU, lo que le permite dimensionar la riqueza de la diversidad de voces. Para ella, la clave está en replantear el accionar colectivo sin caer en confrontaciones estériles, apostando en cambio por el diálogo, la autocrítica y la construcción de comunidad.

En contraste, Saúl, también de CUCSH, admite no identificarse con ninguna de las posturas. Asegura que el conflicto “se salió de control” y que tanto autoridades como representantes estudiantiles y manifestantes se han equivocado. Desde su perspectiva, en la exigencia también debería existir disposición a conceder, algo que, dice, ninguna de las partes ha mostrado.

Una estudiante de CUAAD señaló que la situación no es “blanco y negro”, pero cuestionó la represión: “no somos criminales, somos estudiantes”. Para ella, la movilización debe trascender a toda la comunidad universitaria y alcanzar también a familias y profesores, porque la Universidad de Guadalajara “es por y para los estudiantes”. 

En medio de esas diferencias, lo que permanece es una certeza compartida: la necesidad de replantear el rumbo de la UdeG para garantizar seguridad, representación legítima y condiciones dignas de estudio.

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